sábado, 31 de diciembre de 2011

Mi temor y mi alegría

Por: Humberto Rivas

Soledad en compañía, sed en la humedad
un barco de velas sin ellas, que tristemente
zozobra atascado en un lago de excrementos.
Pender al vacío sin una mano en lontananza
que sostenga mi humanidad en caída
silencio fúnebre en la algarabía
el entierro de la virtud sin dolientes ni parientes
mofa del valor
tontos entronizados
pensadores exiliados.

Esto es la ponzoña de mi paz, llaga purulenta de desvarío y
la suma de todos mis miedos.

Tenerlo todo en un abrazo de desamparo
mientras cesan torbellinos, y asirnos fuertemente
a la ígnea vehemencia de la compasión
mientras el tiempo
acelera Apocalipsis de esperanza.
Delirar en una sobredosis de sabiduría
para vivir por siempre extendiendo
minutos al placer, sudar júbilo
en la yugulación de vetustos paradigmas
del pasado y del presente.
Amando el cosmos que se manifiesta en el perfume
de tu voz elíptica.

Esto es tocar el fondo del mundo y el techo del firmamento
el caos en fuga, el temor de mis miedos y la suma
de todas mis alegrías.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Desahogo

Por: Franklin A. Peralta E.

Es insoportable la prisión
en un calabozo sin rejas ni cadenas.
Es insoportable esta fortuna de pasos
sin caminos para darlos.
Es insoportable esta presencia
en los rincones de mis recuerdos.
Es insoportable este escuchar
los acordes de mi propia música.
Es insoportable la certeza
de la estupidez que traspasa fechas.
Es insoportable la alegría
que demanda la ocasión.
Es insoportable la amistad
con fecha de caducidad.
Es insoportable la cordura
de cifras que llevan a la locura.
Es insoportable querer
lo que la vida me obliga a querer.
Es insoportable la monotonía
de saber que hay un mañana cada día.
Es insoportable…
toda esta mierda.


(En el falso cumpleaños del 2003).

viernes, 2 de diciembre de 2011

Sensible y vulnerable ante ti

Por: Albania Camacho

En hermosos atardeceres siento el fuego de los besos que sellan nuestras almas, cuando nos entregamos en cálidas miradas que acarician nuestras sonrisas. Al pensarte me siento vulnerable, tiemblo de miedo de las ganas de abrazarte, me encuentro sensible ante ti por la insaciable sed que tengo de tu ser.

Haz tuyo cada espacio de mi cuerpo mientras desembarcamos en el silencio de la entrega a nuestras más profundas delicias, deja que nuestra piel hable entre los gemidos y susurros del amor.

No me digas que calle cuando el silencio se asfixia en el calor de nuestras miradas, encontrando los fogones más ardientes de nuestros apetitos de consumirnos sutilmente, mientras colmamos la desesperación de nuestra piel, mente, alma y corazón… cuando mueren en tus brazos las distancias de los cielos que nos separan.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Vivencias en broma y en serio



Con la alegría con que se recibe al primer vástago, nos place el anunciarles que el asiduo colaborador de Naiboa Literaria Rafael Álvarez de los Santos pondrá en circulación su primer libro: Vivencias en broma y en serio. Por sus escritos publicados en este espacio sabemos que Rafael puede hacer de tripas corazones y de corazones trizas.

Si disfrutas sus escritos, si quieres leer sus nuevos trabajos, si quieres compartirlos con tus amigos y amigas ven:

El martes 13 de diciembre

A las 6:30 de la tarde


Al salón de eventos de Visión Mundial

En la calle Lea de Castro, esquina Joaquín Pérez, en Gazcue.

Y acompaña a Rafael y al equipo de Naiboa Literaria en esta celebración de nuestras grandezas y miserias.

Te Esperamos.

Atte. El Equipo Naiboa Literaria.

Zafa!!!

domingo, 13 de noviembre de 2011

Madre siempre

Por: Héctor Martínez D.

Te das
te ofreces
te sangras
en constantes entregas
y siempre resuelta
a ser don
aunque duela.

Recibes
agradeces
consuelas.
Todo lo impregnas
de sueño
utopía
esperanza
de búsqueda y activa espera.

Reciprocidad casi plena
sin confirmación
ni sospecha.
Posibilitas e interpelas
cada vez que en tu siempre ofrecimiento
anticipas mi necesidad de entrega.

Tu silueta
tu mirada
tus abrazos
y correcciones severas
no recuerdan deslices
sino sólo sentido
agradecimiento
y añoranza de vida auténtica.

Hoy en tu ausencia
agradezco tu siempre presencia
abrazo tu imagen
siempre amando
haciéndome sentir hijo y hermano
más allá de tu pérdida.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Desajuste

Por: Eddy Ulerio

Al poeta Tomás Rivera

Te noto dubitativo en tus rutinas seguras
y percibo que tus andanzas,
aunque a veces no suelen ser santas
no advierten tu premura.

En vano te aventuras tras el sentido de tus pasos
y suele el sin-sentido rebosar tu alma
de inventario de lucha, hastío y calma
permitiendo que la nostalgia te robe el espacio.

Caminas por los mismos senderos de siempre
a sabiendas que la rutina socava tu corazón,
buscando en la lectura alguna evasión
del camino que se forma en tu andar silente.

Tu elocuencia esta cargada de melancolía
tus razones divididas entre certezas y pesares,
de un buen pasado revivido de copas y bares
de compañeros de causas que la vida te dio un día.

Tu silencio te condena a la soledad del poeta
que no entiende la frivolidad del mundo moderno,
enredado entre azares, intrascendencias y sueños
embriagado de lucidez, de parrandas y de fiestas.

Te abandonas sin saberlo en las manos del Quijote
y a fuerza de bien pretende ganarte el Cielo,
pero en vano la política te separa de ese anhelo
de un idealista del Sur que vive anclado en el Norte.

domingo, 30 de octubre de 2011

Seres trascendentales

Por: Sandy R. Genao Cruz

Que cada paso que demos deje una huella eterna en el espacio y el tiempo,
y cada mirada sea una fulgurante luz que traspase muros y fronteras.

Que cada sonrisa sea el inicio de una interminable carcajada,
y cada palabra penetre en los oídos del mundo ávido de un mensaje nuevo.

Que cada gesto provoque en los demás inesperados gestos de solidaridad y agradecimiento, y cada acción convoque al compromiso.

Que cada encuentro con el otro se convierta en una celebración por la vida, y el respeto hacia el prójimo devuelva a este mundo la paz, la justicia y el amor.

martes, 25 de octubre de 2011

Un Boxeador al Congreso

Por: Rafael Álvarez de los Santos

Siempre he creído que la política que se hace en nuestro país es hasta cierto punto folclórica. Creo que somos el único país del mundo donde los candidatos se hacen llamar por su apodo y lo reflejan en los carteles que contaminan la imagen visual del entorno.

En mis recorridos por la ciudad he ido observando cantidades de apodos como: El Chato, Patica, Pirulito, Fiquito, Ito, Lila, y un amplio etcétera para no saturar el escrito.

También hemos visto integrarse al quehacer político partidista a figuras del arte y la televisión cuyo liderazgo ha estado cimentado en haber practicado algún deporte, específicamente la pelota, ser figura de algún programa de espectáculos, algún o alguna cantante o simplemente reina de belleza. Si se observa el oficio que realizan ninguno tiene nada que ver con la política.

Otra práctica que se ha ido poniendo de moda es la de anteponer la profesión o el oficio como garantía de que el cargo a que se aspira será realizado con cierto apego a grandes valores. Por eso no nos extraña que algunos carteles digan: “Un educador al congreso” “Una mujer al congreso” “Una mujer que sabe ser madre, por eso sus hijos estarán en buenas manos”.

Es en este último renglón donde quiero detenerme. Caminando por el Ensanche Luperón observé un afiche de un candidato a diputado cuyo nombre no aparecía en el cartel, sino su imagen acompañada de unos guantes de boxeador de color azul y de marca reconocida y un título que rezaba “Un boxeador al congreso”.

Me detuve por un momento para apreciar de cerca aquella tan llamativa novedad en el ejercicio de la política nuestra. Después de observarlo reparé en la necesidad de que exista un boxeador en el congreso, aunque no sé si este señor habrá sido consciente de su importancia.

La manera en como se hace política en este país conlleva a que constantemente tengan que defenderse de los ataques que el pueblo suele hacer hacia quienes no han manejado la responsabilidad depositada en ellos con pulcritud.

También hemos visto ciertos conflictos escenificados en el congreso en donde se ha recurrido a métodos muy peligrosos, por ejemplo pistola en manos, interrupciones de la energía eléctrica para poder golpear a otros sin que pueda identificarse quién lo hizo, discusiones acaloradas cuando existen posiciones encontradas ante determinados temas.

Un boxeador en el congreso permitiría que aprendan a utilizar los puños pues hasta el momento sólo han sabido utilizar las manos. Para utilizar el puño hay que cerrar las manos. Mientras éstas permanecen abiertas es muy fácil que cualquier bien común pueda quedarse entre los dedos de algún congresista, de quienes sabemos, a decir de su campaña, son honestos, nobles, trabajan por ti, hacen que avancemos hacia el progreso… aunque se observe en la población prácticas primitivas como la de aplaudir cuando llega la energía eléctrica.

Un boxeador en el congreso ayudaría a diversificar el espectáculo, pues hasta el momento sólo tenemos diputados que cantan, modelos de belleza y peloteros. Me imagino que estas personas han sido integradas a la política porque el show que suelen escenificar los congresistas y demás personajes suele ser monótono y de mala calidad, pero la nueva casta política sí saben cómo organizar un evento y brindar un buen espectáculo.

Un boxeador en el congreso agrega otra manera de divertirnos, en un país donde cada día crece la conspiración para negarnos ese derecho. Entiendo que incluida esta figura “peleará” para que ese derecho no se nos niegue.

En EE.UU. existe la figura de un congresista denominado “El látigo”, porque está encargado de llamar la atención a congresistas que hayan cometido actos indecorosos o que hagan poner en tela de juicio la reputación de este estamento del estado.

Supongo que un boxeador en el congreso podría cumplir esta función de maravilla. Ahora bien, también presento las posibles situaciones que puedan darse. Una condición que debe cumplir el látigo estadounidense es que sea imparcial. Sabiendo cómo se maneja nuestra política no podemos inferir hasta qué punto el boxeador pueda serlo.

De no ser imparcial, y sólo llamar a capítulo a quienes no respondan a los intereses de su partido, podría provocar una situación peor; porque me imagino que la oposición entonces contactaría los servicios de Bruce Lee y presentaría su candidatura como “Un karateca al congreso”. Ante esta situación podrían formarse dos bandos (que de por sí ya existen) lidereados por estos dos profesionales de las patadas y los puños. Lo que permitiría que ahora se haga con cierta destreza y maestría lo que hasta el momento se hace sin saber lo más mínimo de cómo se tira una patada, cuáles son los nombres de los golpes, etc.

Aunque pensándolo bien, creo que no estaría mal que semejante situación pueda darse; porque de todos modos ya ellos nos tienen acostumbrados a estos espectáculos. Un boxeador y un karateca es lo mejor que podría pasarles, y si tenemos suerte, terminarían por eliminarse ellos mismos. Y no nos forzarían a utilizar mecanismos para salir de ellos como la abstención al voto, por ejemplo.

viernes, 21 de octubre de 2011

Su recuerdo

Por: Humberto Rivas

Se quedó prendado de mis mejillas
el ímpetu de su fragancia,
Todavía las niñas de sus ojos cuelgan
de mis pensamientos como relámpago
que levanta polvos de tristeza.

Se llevó en su maleta mi sonrisa
y observé desde el balcón cómo ella se
iba desvaneciendo con el atardecer, y cómo
caían a uno y otro lado del camino
los recuerdos.

Se marcharon tras de ella las coplas
de los grillos de la noche, y espantadas
del silencio me negaron las luciérnagas
su luz dejándome en penumbra.

Se llevó de mí muchas cosas y golpeó mi
mundo por completo; como un trompo
quedó mi destino, girando sin rumbo fijo.

Como una nave a la deriva que
espera divisar tierra en la lejanía,
como una isla silente que intenta
recuperar la calma después del vendaval.
Se llevó… en fin… se llevó hasta mis ganas
de llorar.

domingo, 16 de octubre de 2011

Gratitud III

Por: Nicolás Guevara

No es mujer desprendida de un costado
ni objeto de cupido en la vitrina
sólo anda tejiendo voces, atrapando sueños
en mi horizonte de papel.
Y la pasión inesperada
como poesía en la mañana sin dueño
o la tarde que desciende frente al mar.
No es patrón de seda en pasarela
ni plasticidad congelada en la pantalla
vive intensa, natural,
como si presintiera el misterio
de los pasos y los días
entre los dos.


(Poema perteneciente
a una publicación de reciente aparición).

miércoles, 12 de octubre de 2011

Otra insinuación

Por: Franklin A. Peralta E.

Hoy he intentado vestirme de negro,
hoy cavando he decidido
tomar por asalto el cielo.
Quizás me lleve la insoportable
sorpresa de su inexistencia.

La acalorada vía hacia lo inefable
me presenta cada vez más resistencia.
El vacío coloca las señales del regreso
y yo me dejo llevar por ellas
con la seguridad propia del ciego.

Hoy he sido premiado con otra insinuación.
Una vez más he visto su celaje.
Puede por fin tornarse posible la navegación.
Los vientos se tornan propicios
y está listo el andamiaje.

Es la angustia de hacerse a la mar
sin saber volar.
Es la complicada prohibición
de quedarse en tierra.

Sólo queda esperar en la bondad
de ángeles carniceros.
Sólo falta que me nieguen
el derecho a ser sincero.


(Nueve años después del 2002).

sábado, 8 de octubre de 2011

Siete pecados para el perdón

Por: Jacinto Sención Mateo

Cruz acuesta, alma de todos
pesada cruz sin evitar aún
soberbia la mía, fin del camino
sólo una luz para triunfar.

Fiesta a la muerte de ira
compañera de camino
ayer tan mía, hoy no estás.
A la cruz camino voy
pesada cruz para triunfar.

Sobre la avaricia tendía mis pasos
torcida para los viajeros
amiga querida del necio
caída del amor propio
cruz acuesta para los demás.

La gula sobre mis hombros
ni migaja para el hambriento
que nombró de burla su enojo
hoy firme con el hambre ajena.
Del pasado que no estás.

No podía evitar las caricias
manos ajenas para tocar
mirada de vergüenza
fuera la lujuria
un corazón para amar.

Miradas corrompidas
ayer dueña de todo
serena tan llena de sí
envidia en el pasado
hoy temerosa de Dios.

Ayer dormido del todo
cansado sin trabajar
última cruz en el sendero
digno el trabajo ajeno
hoy conmigo fin del camino
un futuro he de alcanzar.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Sueño vivido

Por: Albania Camacho

Esta noche no quiero pronunciar tu nombre, no deseo mirar tus fotos. Tengo hambre de ti, pero no estás aquí para comerme tu sonrisa mientras disfrutamos los más impetuosos placeres que gritan nuestras almas desde sus profundidades, mientras la noche se hace adulta. Eres mi más bella ilusión, mi sentir más apasionado, mi sueño más esperado. Mi cuerpo pide a gritos tu compañía. Tus caricias son las sublimes ansias de mi alma.

Mi negro, en noches como estas tú inspiras el inicio de las caricias más amorosas que pueden entregar mis manos. Una entrega en la que el olor de nuestros cuerpos materialice nuestro inmenso amor, mientras las nubes corren para esconderse y no ser testigos de tan sublime entrega de dos almas enamoradas; mientras nos arropamos de la fría noche con el calor de nuestros besos, encendiendo los fogones más ardientes de la profundidades de nuestro ser.

La luna esta borracha, bailemos plenamente. Serás mi compañero mientras explotamos nuestros más profundos deseos. Tendrás visa en mi cuerpo, cuando borremos las fronteras que separan nuestros cuerpos, pero unen nuestros goces. Al tiempo que nos rendimos ante el amor, delante de las pasiones más hermosas de nuestra piel ya una. Nos desenfrenamos, quemamos nuestros seres, mientras descubrimos nuestros secretos más hermosos.

domingo, 28 de agosto de 2011

Futuro de una noche

Por: Héctor Martínez

Te busco
pero no te encuentro.
Sin escondite,
te pierdes en el acelerado paso a tu propio más
delatando la vaga posibilidad de alcanzarte.

Pero sigo tras de ti,
tras un instante más que me sane.
Me sane de la necesidad de ti,
de esta soledad que has dejado en mi vientre,
de esta sed por sentir tus dedos
clavados en mi espalda,
reclamando que nos fusionemos.

Y sufro cada vez tu distancia,
sufro tu presencia inconstatable,
tu búsqueda, casi resignada,
acariciándote sólo en el milagro.

Dudo que pueda al menos dudar tu ausencia.
Si no estás, te recreo, te encuentro,
hasta que, sabiendo que nunca te fuiste,
vuelvas y vitalices mis deseos, mi espera.

En este inventado encuentro,
acaricio cada noche tu espalda,
salpico de besos tus labios soñados;
trasciendo tu piel cada vez que te pienso
y bebo en tu conciencia corporeizada
leche y miel,
turbias y amargas,
nutriendo esta sin razón
de tu presencia inventada,
tu ausencia sospechada
de tu vuelta, como reclamo, casi llorada.

Y para no morir
en esta insoportable espera
te despierto cada día,
y en mi memoria en ti perdida,
te arropo cada noche el alma,
te penetro cada mañana,
aunque los límites de la física
disipen tu presencia en mi almohada.

Te espero, cual futuro
hijo de un pasado
en una noche nacido y culminado,
y en este presente,
inexplicablemente ansiado.

jueves, 25 de agosto de 2011

Caprichosa mariposa

Por: Eddy Ulerio

Eres la musa que inspira mis pasos.
En este recorrido terrenal en el que
persisto a pesar de mi desaliento,
te nombro guía de mi porvenir.

A pesar de mis desvaríos y del
manjar de besos que me robó el hastío,
no concibo verte en otros brazos.

Mi amor reclama tus caricias de verano,
tus celos desmedidos
y tu inseguridad extrema,
justamente ahora que he envejecido
en la espera de un nuevo otoño contigo.

viernes, 19 de agosto de 2011

Los sueños de la niñez

Por: Sandy R. Genao Cruz

Los sueños de la niñez llegan fulgurantes a mi mente. Luego se diluyen como el perfume al ser tocado por el aire. Sólo quedan los recuerdos y añoranzas de lo que no pude ser; soñar lo que sería en el futuro.

No queda nada de aquella figura infantil que recorría las polvorientas calles del barrio todas las mañanas, saltando y cantando rumbo al colmado. Compra pan, mantequilla y chocolate, decía mi madre, me miraba y miraba a mis hermanos, luego hablaba sin hablar; su mirada se perdía en el horizonte pleno de nuestros ojos. Mi madre veía en ellos y en mí la esperanza de un mañana mejor.

Todas las tardes volvía a recorrer las calles de mi barrio, esta vez rumbo a la escuela, lugar donde depositaba mis sueños de futuro. También lugar al que mis padres confiaron mi preparación para enfrentar los obstáculos que nos pone la vida cuando adultos.

Por las noches, sentado en la esquina, jugaba con mis amiguitos a inventar el futuro. Compartíamos los sueños de nuestras vidas cuando tuviéramos el privilegio de ser adultos. Porque para nosotros el ser adulto no era sólo crecer o tener más edad, más bien era ser libres y felices… en fin, era poder ser.

No supe leer los signos de los tiempos y el advenimiento del futuro me sorprendió sin estar listo para afrontar su embestida. De la noche a la mañana mi vida cambió, me descubrí adulto, pero no libre, mis limitaciones siguen siendo las mismas y lamentablemente ya no sueño igual que antes.

viernes, 12 de agosto de 2011

Atentado terrorista

Por: Rafaél Alvarez de los Santos

Una verdad indeleble atrapada en la esfinge de un refrán dice lo siguiente: “cuando la barba de tu vecino veas pelar, pon la tuya a remojar”.

Cuando los atentados contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001 en EE.UU. pusieron al mundo en vilo y sin voltear la mirada para ningún otro lado, jamás pensé que en algún momento en nuestro país seríamos presa de un hecho que, aunque no sea parecido, me parece ha sido perpetrado por las mismas personas, o sea por terroristas.

No me importa si sean hindúes, musulmanes, católicos o quizás estadounidenses, la cuestión es que son terroristas y me refiero a lo siguiente: caminando por las inmediaciones del populoso sector de Villa Juana observé un letrero en la pared del cementerio que rezaba: No más moteles, No más cabañas, No más corrupción, queremos un barrio sano.

Respeto la decisión de quienes aspiren a un barrio sano, pero mezclar semejantes hechos: moteles, cabañas y corrupción me parece un vil atentado terrorista. Nadie más, con su cabeza bien puesta, sería capaz de hacer semejante mezcla.

Me opongo a que se relacione la muerte con la vida, el cielo con el infierno, la basura con el jardín, lo bueno con lo malo, el olor con el hedor, lo sublime con lo ridículo.

Sólo terroristas, para quienes lo malo es bueno y por eso no les importa mezclarlo, serían capaces de unir el pecado con el perdón, la verdad con la mentira, la vergüenza con el dinero, el mal con el bien, la pasión con el deseo, lo adecuado con lo inadecuado.

No es posible que se atrevan a poner juntos a Dios con el diablo, a la verdad con la mentira, el amor con el odio, la cizaña con el trigo.

El problema ha estado en querer deshacernos de la corrupción sin terminar con los corruptos. Por eso ellos se mueven en todas partes y de ahí, supongo yo, que se genere esta confusión perversa, malsana, hiperbólica hasta lo último.

Ni siquiera hay una situación de compage léxico que por lo menos se parezca a diego por decir digo, la gimnasia con la magnesia, la mantequilla y la vaselina, corroboro por corro y robo; o sea, ni siquiera se parecen.

Cabañas, moteles y corrupción no pueden aparecer juntos a no ser que algunos terroristas quisieran aprovechar la ignorancia del pueblo. Y si es así supongo que serán los mismos corruptos para confundir las cosas.

Todavía me niego a creer que se quiera mezclar lo bonito con lo feo, el sarcasmo con la verdad, la generación de vida con la creación de la muerte, la verdad con el olvido, la querida con la esposa, al ladrón con la justicia… es más, para darle nombres, a Paris Hilton con Maridalia Hernández.

Pensándolo bien, ¿y si son los mismos corruptos intentando despistarnos? De ser así, se reafirma mi tesis: es un atentado terrorista.

domingo, 31 de julio de 2011

Décimas a los padres en su día

Por: Francisco Pérez

No vengo aquí por rimar
aunque en el arte es muy noble
pues la rima luce pobre
sin argumento real.

Más que una rima cantar
quisiera por esta vía
con amor y alegría
desear felicidades
bendiciones y bondades
a los padres en su día.

Y expresarles con honor
en esta su fecha santa
con un verso en la garganta
y un padre en el interior
que padre es el que da amor
el que educa y alimenta
el que aconseja y orienta
con la palabra sencilla
después de echar la semilla
del chiquillo en la placenta.

Padre no es ese que en una
noche de intenso placer
duerme con una mujer
y lleva un niño a la cuna
ni el que deja una fortuna
con abundante dinero.

Es el amor verdadero
lo que hace un padre mejor
es padre el que entrega amor
y cariño el año entero.

jueves, 28 de julio de 2011

Simplemente fe

Por: Humberto Rivas

Tú eres luminiscencia y eres mecha eterna
que alumbra los rostros en los que brilla
la indeleble divinidad del mandamiento
vital del “no matarás” , júbilo sempiterno
en la víspera de la inmortalidad,
en la que los seres se descubren
como son.

Aleteas sobre las aguas de los corazones
manteniendo a raya la frontera entre el bien
y el mal, pero, dejando, a veces, que de uno
y de otro conviva un poco
dentro de nosotros.

Para que así con tanta guerra sintamos
el anhelo de la paz y la vida no se muera
de inactividad, para que queramos cerrar esas venas
heridas de donde se derrama
la sangre.

Espíritu insomne que te recreas
en la mundanal santidad de los hijos del tiempo
todavía me queda una velita de adoración
que, encendida, resiste a las
borrascas de la
Tierra.

sábado, 2 de julio de 2011

Gratitud II

Por: Nicolás Guevara

Entre polvo y roca
otorgaba sombra al trabajo y la casa
con su piel de tabaco
reciedumbre que solo el río inclinaba
sudando oro entre las manos
y su fe emanada de los labios
multiplicaba panes en navidad.
Abrazo bienhechor de los años
de ancha ternura como su falda
y dulce bocado de honradez
como su beso memorable.


(Poema perteneciente
a una publicación de reciente aparición).

lunes, 27 de junio de 2011

Llamadas sin dueño

Por: Franklin A. Peralta E.

Me siento
en el centro de mi ser
miro alrededor
y sólo veo
el verde olor
a hormigas muertas.
Contemplando sus cadáveres
descubro que no sintieron
las muchas llamadas sin dueño
anunciadas con melodías
llenas de tormentosas esperanzas.

El dolor a alcohol del deseo
da gritos de placer
ante el anuncio del exterminio
del francotirador de mi orgullo en recreo.

La cansada danza de pasión débil
es el preludio en palabras
de un llanto retrasado por la desgracia.

El desánimo de los moteles
se hace presente
por la prolongada ausencia
de los juegos infantiles
de este adulto que se conforma
con ofender a estos papeles.


(El final en el inicio del 2003)

jueves, 23 de junio de 2011

Sueño y deseo

Por Albania Camacho

Deseo tener la dicha de conocerte, para mecerme en los brazos de mi amor, saciando los placeres reprimidos de sentir la sensación de tu ser asomándose en la profundidad de mi piel.

No me queda más que cerrar los ojos, soñar con los días en los que te entregue las ganas que me vibran en el cuerpo, acurrucarme, contemplar la luna… abrazar mi almohada imaginando que te tengo entre mis brazos.

No necesito tenerte a mi lado para estar contigo, para llevarme a tus brazos. Estás aquí conmigo en mis sueños, en mis pensamientos, en mis deseos de tenerte, de sentirte mío.

Me muero por verte, no lo puedo negar. El día que pueda abrazarte seré una mujer radiante, sensual que responderá a los placeres más profundos de nuestras almas.

jueves, 16 de junio de 2011

Consciente ilusión

Por: Héctor Martínez

Llegas
te siento
no tocas
y te abro la puerta.

Te sientas
titubeas
me lo haces sentir
sólo estás de pasada.

Intermitente y temerosa
vuelves
regresas
zarandeas mis ansias
agitas mis dolencias
de nuevo te levantas
y me dejas sin respuesta.

Te vas
vienes
me abrazas
y cuanto más
mi conciencia de ti más se encanta.

Y poco a poco se sosiega mi alma
se desinteresa mi carne
casi muere tu imagen
que nunca trascendió el sueño
presencia inventada.

Si un día te enteras
de ésta mi bien vivida ilusión
sólo duda
sin preguntas
no me pidas más confesión.

domingo, 12 de junio de 2011

Amolando y siempre boto

Por: Rafael Álvarez de los Santos

Changao es un señor de mi natal Cevicos a quien los niños llamaban el único chino del pueblo por el apodo que exhibe. Se gozaba este chiste y a la vez divertía a los niños con sus ocurrencias intentando hablar como los chinos.

Es un señor serio, respetable y un trabajador empedernido. Había logrado hacer cuantos trabajos se pudieran honradamente.

Ha sido mecánico, gomero, tenía una fritura, vendedor de gasolina detallada, vendedor ambulante de múltiples cosas como arepas, helados, bollitos de yuca, frío-frío en un triciclo, tenía un punto de vender víveres al lado del parque central y un amplio etcétera, para acortar el extenso currículum de este señor.

No obstante sus múltiples trabajos, casi todos de chiripero, vivía en condiciones de pobreza casi extrema. Su apego a la vida y a los valores de la honestidad y la honradez les hacían trabajar más de la cuenta para mantener una familia de siete hijos, casi todos pequeños.

La vida de Changao no era asumida como ejemplo por las generaciones más jóvenes, pues llegaban a afirmar que “Changao es el vivo ejemplo de que una persona no progresa trabajando” Los más adultos decían “El pobre Changao se la pasa amolando y siempre boto”.

Cuando algunos jóvenes eran increpados por su tendencia a la vagancia y hacer esquinas en los parques del pueblo, sus respuestas (a modo de justificación) eran: “¿Para qué uno va a trabajar?, ¿Pa’ vivir como Changao, amolando y siempre boto?”

El protagonista de este “pesimismo” no pensaba lo mismo, pues decía que lo único que podía dejar de herencia a sus hijos era el trabajo y forzarlos a que estudiaran, porque de ahí era de donde podrían sacar algo.

Lo extraño de todo esto es que la población miraba el lado opuesto del esfuerzo de nuestro personaje, en vez de mirar el ejemplo de lucha y desafío constante a la vida y a la situación que hoy muchos prefieren llamar “coger lucha”.

La tendencia a lo fácil de la sociedad contemporánea se iba reflejando en cada ocasión que una persona veía en Changao una justificación para no trabajar o, como decían ellos, “pa’ no dar un golpe ni de karate”. Los hijos e hijas de este señor defendían a su padre en cada ocasión que los amigos les mencionaban el caso: “Lo que yo sé es que mi papá no roba”, repetían hasta la saciedad. En esto último se puede notar que el mensaje que quería enviar a su familia estaba calando en sus vástagos y ésta era la mejor noticia para Changao.

Todavía recuerdo cuando uno de sus hijos inventó una sillita voladora en el patio de su casa con madera. Esto constituyó toda una novedad pues este entretenimiento sólo era visto en las fiestas patronales y ahora podían verlo a diario. La gente acudía en masa y pagaban para montar a sus niños y niñas en el novedoso invento, mientras sus hermanos se encargaban de amenizar el lugar a ritmo de merengue y bachata y vendían una que otra comida… hasta palomitas de maíz.

El hijo mayor, que siempre le acompañaba en todos sus negocios, comenzó a trabajar como cobrador de una guagua que venía de Cevicos a la Capital. Hoy en día este joven es el dueño de su propia guagua y además tiene dos vehículos que viajan de Cevicos a Cotuí y una yipeta para rentarla.

Como vemos, quienes han salido adelante no son los jóvenes que se mofaban de Changao y de su obstinada pasión por el trabajo, sino los hijos que defendían a su padre en cada acción que realizaba por su bienestar.

Hoy Changao afirma que si ver a sus hijos e hijas trabajar honradamente, si verlos terminar su bachillerato y universidad, si el sentir que hoy pueden “meterle la mano” aligerando su carga se puede considerar fracaso, entonces él no tiene ningún problema en seguir fracasando; aunque se le siga diciendo que permanece “Amolando y siempre boto”.

lunes, 6 de junio de 2011

Gratitud I

Por: Nicolás Guevara

Firmeza y calidez en el horizonte.
Sueños destilados sin verbo
ni gesto de dolor
donde la templanza atraviesa el tiempo.
Pesar escondido, bondad desnuda
cómo crece obediente la vida
cómo dejó una mujer tendida a su orilla
de escapado aliento y ternura rota.
Recompensa ida al amanecer
en repetido martirio de mujer.


(Poema perteneciente
a una publicación de reciente aparición).

jueves, 26 de mayo de 2011

Un alma se pregunta

Por: Arisa Lora

Andanzas sin explicación
pensamientos dejados, que tejen lazos de confusión
preguntas sobre todo, delirio de persecución.

Dudas al asecho, nudos en la garganta que asfixian la razón
silencio dominante ante actitudes sin explicación.

Corazón que explota al sentir que el calor se hiela,
que el amor que se le dio, se le negó y se mudó a otro corazón.

Desdicha de desengaño sin explicación,
desilusión de sentimientos.

Herida que ya no sangran, sólo sienten gran dolor
alma dolida por el resultado de la sin razón, de razón mal entendida,
silencio hiriente, miradas cortantes que evaden preguntas.

Inocentes que observan actitudes confusas,
creándoles desolación, y sentimientos de desprotección.

Sólo la tristeza queda de aquello que pudo ser y no fue
por cobardía o por estupidez.

Promesas incumplidas, noches de tristeza, días de soledad.
Llegada a la casa sin un hola cómo estás.

Incapaces de enfrentar la vida por temor a fracasar.

Detrás del telón, ¿qué obra continuará?

domingo, 8 de mayo de 2011

Cómo tú reaccionas hace la diferencia

Por: Frankmilton Pérez

Si hay algo que a mí siempre me ha preocupado es los malos entendidos y discusiones que se dan entre las parejas, sean estos novios, esposos o simplemente amigos. La mayoría de las veces las parejas pelean o discuten por tonterías que se solucionarían si una de las partes decidiera ceder un poquito más. Hay ocasiones en que una persona dice algo muy fuerte, que ofende, buscando desahogarse o tal vez provocar que el agredido responda de la misma manera y así generar un conflicto para justificar el pensamiento negativo que se tiene de la persona agredida; entendiendo que una acción trae consigo una reacción.

Es cierto, toda acción trae consigo una reacción, pero en ningún lugar está escrito que la reacción debe de ser necesariamente igual a la acción que la provocó. De ahí que, si en una relación de pareja del tipo que sea, una de las partes provoca una situación de reclamo e insulto, lo ideal sería que la otra parte reaccione de forma contraria, con amabilidad y dulzura. Verás como la situación tensa y desesperante cambiará a tranquilidad y sosiego. Entonces juntos podrán buscarle solución al conflicto, cualquiera que sea. Esto es lo que entiendo que llaman en la Biblia “poner la otra mejilla.”

Para ilustrar el mensaje, lean esta conversación que tuve vía correo electrónico, hace mucho tiempo, con una persona con la cual intentaba tener una relación:

Ella:

Hay que verificar cuál es la situación que está ocurriendo entre tú y yo, pues apenas llevamos varios días conociéndonos y ya se han suscitado varias discusiones entre nosotros. Yo puedo poner de mi parte para que esto no suceda, pero creo que con esa actitud posesiva, autoritaria, impulsiva, distanciada, desconfiada e inmadura que tienes, no vamos a llegar a ningún lado. Así que vamos a poner los puntos sobre las ies, porque yo no estoy en disposición de perder el tiempo. Tienes toda la libertad para que me expreses cual es el problema, dime si es que estás traumatizado por alguna relación que hayas tenido anteriormente o es que te has prejuiciado conmigo, pero exprésate...

Yo:

Tenemos que verificar esta situación que ocurre en mí, con relación a ti, pues apenas llevamos varios días conociéndonos y ya te estoy sintiendo dentro de mí, como parte necesaria. Yo puedo intentar que no te metas tan hondo en mi vida, pero creo que con esa actitud tan dulce, atenta, abierta, cercana, cariñosa y entregada que tú tienes, creo que llegaré muy lejos a tu lado. Así que vamos a poner los puntos sobre las ies, porque yo no estoy en disposición de perderte en el tiempo. Tiene toda la libertad para expresarme tus sentimientos, dime si es que tú has decidido desesperarme con tus dulzuras, tus besos recibidos en nuestro encuentro anterior, que no logro borrarlos de mis labios y de mi piel, o es que tú te la has cogido conmigo y has decidido volverme loco con tu sonrisa, pero exprésate por favor… ¿Qué es esto que comienzo a sentir?

Definitivamente, la forma como tú reaccionas al abordaje de los demás hace la diferencia.

sábado, 12 de marzo de 2011

lunes, 7 de marzo de 2011

Mi mundo

Por: Franklin A. Peralta E.

Vivo en un mundo
de cuatro paredes.

La pared de la derecha
siempre ha estado ahí.
A veces fría,
a veces caliente,
única entre la gente.

La pared de la izquierda
siempre estará ahí.
A veces caliente,
a veces ardiente,
ella me hace gente.

La pared de atrás
sólo la imagino.
Aunque ya no está
me marcó el camino.

La pared de enfrente
es aún simiente
es promesa inminente.

Este es mi mundo.
Estas cuatro paredes.
Siempre.


(En el mes de la lluvias del 2009)

martes, 1 de marzo de 2011

AMET con swing

Por: Rafael Álvarez de los Santos

En los días en que en el país andaba de fiesta con la lectura bailando en una feria su mejor ritmo, llegué a uno de esos improvisados parqueos que no ofrecen mayor garantía que un papel fotocopiado por un señor a quien no conoces, pero en quien decides posar tu confianza.

Bajo un candente sol veraniego, caminé por una de las calles atiborrada de negocios informales, de esos que salpican la honestidad con lágrimas de vida mendigada, pero que dejan buenos dividendos. De repente la vi; sí, era ella, aunque mis ojos se negaban a reconocerlo. Se trata de una agente de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) que, colgado un audífono de un celular al oído, bailaba con semejante destreza que apenas podía creerlo.

Detuve por un segundo mi marcha apresurada para deleitar mi morbo con los movimientos de cadera de esta Venus del desorden que llamamos tránsito, quien parecía olvidada del caos permanente a que se enfrenta y sólo daba riendas sueltas al disfrute, que ya no era sólo de ella.

No sé si sería esta la respuesta a una cuestionante que por años he abrigado en los vericuetos de la duda acerca de qué podía esconderse detrás de un rostro que encarcela sentimientos y del que escasamente se fuga una sonrisa, pues más bien parece atribulado por las imprudencias de un llamado conductor que no conduce, en una selva llamada tránsito urbano.

No puede ser fácil dejar escapar una sonrisa cuando se ofrece un servicio estresante y a cambio se recibe un salario tipo cebolla, que apenas se tiene en las manos dan deseos de llorar, legitimando así la mala práctica del macuteo o el soborno altamente criticado por la sociedad, pero promovido por las mismas autoridades.

Será difícil guiñarle un ojo a la esperanza cuando a diario se siente la sensación de que avanzamos un paso y retrocedemos cinco, aumentando el número de personas que cometen infracciones en la calle teniendo que ser multados hasta para proteger su propia seguridad.

No es posible expresar sentimientos agradables al detener un especimen llamado motorista que transita como chivo sin ley, violentando todas las normas, escapando del deber de respetar las señales de tránsito, detenerse cuando el semáforo está en rojo, andar con los papeles en orden y para colmo convencerlo de que el casco protector se usa en la cabeza, pues ésta debe ser más importante que el timón o el antebrazo. No debe ser halagüeño despojar de su motor a estos acróbatas del tránsito y por demás, padres de familia.

Pero en la otra campana, tampoco debe ser motivo de sonrisa golpear a un infractor de la ley y menos truncarle la vida por no acceder a la petición de detenerse en la oscuridad o levantar la voz por encima del tono de la autoridad cuando se siente violentado sus derechos por un dejo de autoritarismo irreverente.

Es por esto que jamás imaginé que un/a policía de tránsito pudiera sonreír, ser normal como el común de los mortales, ir al cine, disfrutar una vista al mar con su pareja, degustar una pizza o un picalonga sin que ello implique un silbato para pedir la orden.

Mirarla mover sus caderas ocultas bajo un uniforme mata-pasión, despertó en mí un hado de sentimientos encontrados entre compasión y alegría, que me hizo pensar en lo infeliz que debe ser la vida de un/a policía de tránsito.

Me detuve ante los eróticos tongoneos de la dama acompañados de una sonrisa ardiente y cierta picardía en su mirada capaz de detener el tránsito, pero esta vez no por su autoridad, ni el silbato, ni la cara dura, ni el “párese a la derecha”, sino por los encantos de una mulata caribeña que incitaban la lascivia.

Intenté detenerme por más tiempo, absorto ante semejante espectáculo cuando fui interrumpido por la llamada irreverente de una amiga quien en tono de pocos amigos me increpaba ¿Dónde diablos se supone que tú estabas? Tan sólo atiné a responder “cerca del cielo, mi amor”.

viernes, 25 de febrero de 2011

Si vienes a mí, ven

Por: Albania Camacho

No sé por qué creo verte sonriéndome desde mi ventana; sin embargo te siento angustiado, triste, solitario. Te extiendo mi mano y digo ven para que estés a mi lado, te sientas apoyado, acompañado, deseado. Ven para que junto a mí echemos los problemas a un lado, ven para que a mi lado la piel y la sonrisa construyan placeres desbordados, sabores exquisitos, sueños realizados. Ven, que cuando se ama, se entona una canción, se besa con el alma, se toca el corazón.

Ven. Escucharás del amor su murmullo, que vine para cuidarte, conocerás del amor su maravilla que fluirá para siempre en tu sonrisa.

Regálame tu sonrisa tan sólo un instante. Déjame ser el beso debajo de tus madrugadas, ser la rosa que despierte en tu pecho cada mañana, dame tu mirada, déjame suspirar, déjame dormir en tus labios para hacer en ti un riachuelo con mis besos. Ven, que yo te daré mi corazón que sigue ardiendo por robarte la sonrisa y terminarla con mis besos.

Ven, que me voy a gastar la vida en amarte, en desearte, suspirarte, sorbiendo tu mirada, acariciando tus ojos, besando tu sonrisa, uniendo tu alma a la mía, descubriendo el aroma de tu piel, midiendo mi pasión desmedida… me gastare el alma en ti.

Ven, que siento tristeza en mis entrañas. Quisiera disimular la lágrima en mis pestañas, pero es algo que siento, que no me engaña. Cuánto daría por abrazarte, para dejar de sentir esta melancolía que a veces me ahoga, me asfixia, me mata. Ven, que tengo tantos temores, sueños, anhelos que no han muerto. Es entonces cuando siento que una caricia en mi rostro has dejado, que me has mirado con tus ojos soñadores que me hablan en silencio, que rozan mis sentidos.

Ven. Sonríeme suavemente, dime al oído que me amas, mece mis sueños en las madrugadas, explora mis sitios que no existen, dame tus ruidos ardientes, disipa mis fantasías lujuriosas, convertidas en fogones que quemen tu cuerpo en caricias infinitas.

viernes, 18 de febrero de 2011

Lunes 16

Por: Nicolás Guevara

Cuando la muerte sorprende
en medio de las flores, siempre
me lleno la boca de alfileres y preguntas.
Luego, no vuelvo a ser el mismo:
un pedazo de optimismo se me ha ido.


(Tomado del libro: Poetidiario. 1998)

domingo, 13 de febrero de 2011

Pobre ciego de mí

Por: Jacinto Sención Mateo

No logro encontrarme
y menos verme
verme tan cerca de mí
verme por siempre.

Veo todo y nada veo
me veo en el ayer y miento
en el mañana me veo
en el presente y miento
pobre ciego de mí.

¡Ay! profunda ceguera
pesadas horas sin verme
angustia en mis venas
sin correr el riesgo
sin querer tenerla.

Un cielo gris a la espera
banales miradas perdidas
perdidas en el ayer
en el ahora
en la nada
pobre ciego de mí.

Ya no hay canción para olvidar
sólo la copa rota
el mantel
las flores secas en el jardín
sin el invierno frío
sin la canción de navidad.

Hoy como ayer sin verme
sin los sentimientos
sin querer llorarme
solo en el nublado gris
en la oscura mirada vacía
pobre ciego de mí.

domingo, 6 de febrero de 2011

Peregrinación interior

Por: Humberto Rivas

Me iré de aquí como llegué,
vestido con mi intradistancia desnuda,
y con una maleta cargada de alegrías
y también cargada de tristezas:
sueños realizados, quimeras inconclusas.

Me iré alegre, transfigurado en la verdad
de tu rostro transparente
que me muestra lo que hay más allá.
La satisfacción de verte como eres,
y la pena de que no haya sido desde siempre.

Me iré calladamente por la orilla
masticando una canción.
Con un rosario de porqués entre mis dedos
y una plegaria inédita en el alma.

Cuando el sol un día, indiferente,
se quede sin estrellas, congelado
en la lejanía, conservaré su calor en mi mirada,
y me iré acariciando la orfandad y la viudez
del guerrero que se quedó sin valor,
del profeta que se quedó sin palabra, sin visión.

Bajaré apaciblemente por el trayecto
de la lluvia, recogiendo rocíos
y pétalos de arcoiris florecidos.
Y los esparciré por el pueblo donde hice tantos amigos,
¿Enemigos? No tuve el tiempo de tenerlos,
estuve tan ocupado preguntándome
quién soy yo, de dónde vengo y a dónde voy.

No sé si me voy con la guerra perdida
o si me voy con ella ganada
sólo sé que una noche fugaz cualquiera
me fugaré sin que se den cuenta
y me perderé sin rumbo fijo
tras los besos escurridizos de la paz.

lunes, 31 de enero de 2011

Unicornio

Por: Franklin A. Peralta E.

Unicornio que pretende
fijar su residencia
entre nosotros.

Unicornio que pretende
sacarnos en cara
todas nuestras culpas.

Unicornio que pretende
empujarnos hacia los pasos
del deseo que espera.

Unicornio que pretende
mostrarnos la desnudez
de otra vida.

Unicornio que pretende
romper la barrera del espacio
con el sonido de la música.

Unicornio que pretende
ser unicornio y no…
ilusión.


(De la resaca a la ilusión en el 2003)


(A Rubén Darío Gómez.
Por preguntar “¿pero, qué es unicornio?”)

miércoles, 19 de enero de 2011

El corazón delator

Por: Edgar Allan Poe

¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!


(En el 202 cumpleaños de un bostoniano)



THE TELL-TALE HEART
by Edgar Allan Poe
1843

TRUE! --nervous --very, very dreadfully nervous I had been and am; but why will you say that I am mad? The disease had sharpened my senses --not destroyed --not dulled them. Above all was the sense of hearing acute. I heard all things in the heaven and in the earth. I heard many things in hell. How, then, am I mad? Hearken! and observe how healthily --how calmly I can tell you the whole story.

It is impossible to say how first the idea entered my brain; but once conceived, it haunted me day and night. Object there was none. Passion there was none. I loved the old man. He had never wronged me. He had never given me insult. For his gold I had no desire. I think it was his eye! yes, it was this! He had the eye of a vulture --a pale blue eye, with a film over it. Whenever it fell upon me, my blood ran cold; and so by degrees --very gradually --I made up my mind to take the life of the old man, and thus rid myself of the eye forever.

Now this is the point. You fancy me mad. Madmen know nothing. But you should have seen me. You should have seen how wisely I proceeded --with what caution --with what foresight --with what dissimulation I went to work! I was never kinder to the old man than during the whole week before I killed him. And every night, about midnight, I turned the latch of his door and opened it --oh so gently! And then, when I had made an opening sufficient for my head, I put in a dark lantern, all closed, closed, that no light shone out, and then I thrust in my head. Oh, you would have laughed to see how cunningly I thrust it in! I moved it slowly --very, very slowly, so that I might not disturb the old man's sleep. It took me an hour to place my whole head within the opening so far that I could see him as he lay upon his bed. Ha! would a madman have been so wise as this, And then, when my head was well in the room, I undid the lantern cautiously-oh, so cautiously --cautiously (for the hinges creaked) --I undid it just so much that a single thin ray fell upon the vulture eye. And this I did for seven long nights --every night just at midnight --but I found the eye always closed; and so it was impossible to do the work; for it was not the old man who vexed me, but his Evil Eye. And every morning, when the day broke, I went boldly into the chamber, and spoke courageously to him, calling him by name in a hearty tone, and inquiring how he has passed the night. So you see he would have been a very profound old man, indeed, to suspect that every night, just at twelve, I looked in upon him while he slept.

Upon the eighth night I was more than usually cautious in opening the door. A watch's minute hand moves more quickly than did mine. Never before that night had I felt the extent of my own powers --of my sagacity. I could scarcely contain my feelings of triumph. To think that there I was, opening the door, little by little, and he not even to dream of my secret deeds or thoughts. I fairly chuckled at the idea; and perhaps he heard me; for he moved on the bed suddenly, as if startled. Now you may think that I drew back --but no. His room was as black as pitch with the thick darkness, (for the shutters were close fastened, through fear of robbers,) and so I knew that he could not see the opening of the door, and I kept pushing it on steadily, steadily.

I had my head in, and was about to open the lantern, when my thumb slipped upon the tin fastening, and the old man sprang up in bed, crying out --"Who's there?"

I kept quite still and said nothing. For a whole hour I did not move a muscle, and in the meantime I did not hear him lie down. He was still sitting up in the bed listening; --just as I have done, night after night, hearkening to the death watches in the wall.

Presently I heard a slight groan, and I knew it was the groan of mortal terror. It was not a groan of pain or of grief --oh, no! --it was the low stifled sound that arises from the bottom of the soul when overcharged with awe. I knew the sound well. Many a night, just at midnight, when all the world slept, it has welled up from my own bosom, deepening, with its dreadful echo, the terrors that distracted me. I say I knew it well. I knew what the old man felt, and pitied him, although I chuckled at heart. I knew that he had been lying awake ever since the first slight noise, when he had turned in the bed. His fears had been ever since growing upon him. He had been trying to fancy them causeless, but could not. He had been saying to himself --"It is nothing but the wind in the chimney --it is only a mouse crossing the floor," or "It is merely a cricket which has made a single chirp." Yes, he had been trying to comfort himself with these suppositions: but he had found all in vain. All in vain; because Death, in approaching him had stalked with his black shadow before him, and enveloped the victim. And it was the mournful influence of the unperceived shadow that caused him to feel --although he neither saw nor heard --to feel the presence of my head within the room.

When I had waited a long time, very patiently, without hearing him lie down, I resolved to open a little --a very, very little crevice in the lantern. So I opened it --you cannot imagine how stealthily, stealthily --until, at length a simple dim ray, like the thread of the spider, shot from out the crevice and fell full upon the vulture eye.

It was open --wide, wide open --and I grew furious as I gazed upon it. I saw it with perfect distinctness --all a dull blue, with a hideous veil over it that chilled the very marrow in my bones; but I could see nothing else of the old man's face or person: for I had directed the ray as if by instinct, precisely upon the damned spot.

And have I not told you that what you mistake for madness is but over-acuteness of the sense? --now, I say, there came to my ears a low, dull, quick sound, such as a watch makes when enveloped in cotton. I knew that sound well, too. It was the beating of the old man's heart. It increased my fury, as the beating of a drum stimulates the soldier into courage.

But even yet I refrained and kept still. I scarcely breathed. I held the lantern motionless. I tried how steadily I could maintain the ray upon the eve. Meantime the hellish tattoo of the heart increased. It grew quicker and quicker, and louder and louder every instant. The old man's terror must have been extreme! It grew louder, I say, louder every moment! --do you mark me well I have told you that I am nervous: so I am. And now at the dead hour of the night, amid the dreadful silence of that old house, so strange a noise as this excited me to uncontrollable terror. Yet, for some minutes longer I refrained and stood still. But the beating grew louder, louder! I thought the heart must burst. And now a new anxiety seized me --the sound would be heard by a neighbour! The old man's hour had come! With a loud yell, I threw open the lantern and leaped into the room. He shrieked once --once only. In an instant I dragged him to the floor, and pulled the heavy bed over him. I then smiled gaily, to find the deed so far done. But, for many minutes, the heart beat on with a muffled sound. This, however, did not vex me; it would not be heard through the wall. At length it ceased. The old man was dead. I removed the bed and examined the corpse. Yes, he was stone, stone dead. I placed my hand upon the heart and held it there many minutes. There was no pulsation. He was stone dead. His eve would trouble me no more.

If still you think me mad, you will think so no longer when I describe the wise precautions I took for the concealment of the body. The night waned, and I worked hastily, but in silence. First of all I dismembered the corpse. I cut off the head and the arms and the legs.

I then took up three planks from the flooring of the chamber, and deposited all between the scantlings. I then replaced the boards so cleverly, so cunningly, that no human eye --not even his --could have detected any thing wrong. There was nothing to wash out --no stain of any kind --no blood-spot whatever. I had been too wary for that. A tub had caught all --ha! ha!

When I had made an end of these labors, it was four o'clock --still dark as midnight. As the bell sounded the hour, there came a knocking at the street door. I went down to open it with a light heart, --for what had I now to fear? There entered three men, who introduced themselves, with perfect suavity, as officers of the police. A shriek had been heard by a neighbour during the night; suspicion of foul play had been aroused; information had been lodged at the police office, and they (the officers) had been deputed to search the premises.

I smiled, --for what had I to fear? I bade the gentlemen welcome. The shriek, I said, was my own in a dream. The old man, I mentioned, was absent in the country. I took my visitors all over the house. I bade them search --search well. I led them, at length, to his chamber. I showed them his treasures, secure, undisturbed. In the enthusiasm of my confidence, I brought chairs into the room, and desired them here to rest from their fatigues, while I myself, in the wild audacity of my perfect triumph, placed my own seat upon the very spot beneath which reposed the corpse of the victim.

The officers were satisfied. My manner had convinced them. I was singularly at ease. They sat, and while I answered cheerily, they chatted of familiar things. But, ere long, I felt myself getting pale and wished them gone. My head ached, and I fancied a ringing in my ears: but still they sat and still chatted. The ringing became more distinct: --It continued and became more distinct: I talked more freely to get rid of the feeling: but it continued and gained definiteness --until, at length, I found that the noise was not within my ears.

No doubt I now grew very pale; --but I talked more fluently, and with a heightened voice. Yet the sound increased --and what could I do? It was a low, dull, quick sound --much such a sound as a watch makes when enveloped in cotton. I gasped for breath --and yet the officers heard it not. I talked more quickly --more vehemently; but the noise steadily increased. I arose and argued about trifles, in a high key and with violent gesticulations; but the noise steadily increased. Why would they not be gone? I paced the floor to and fro with heavy strides, as if excited to fury by the observations of the men --but the noise steadily increased. Oh God! what could I do? I foamed --I raved --I swore! I swung the chair upon which I had been sitting, and grated it upon the boards, but the noise arose over all and continually increased. It grew louder --louder --louder! And still the men chatted pleasantly, and smiled. Was it possible they heard not? Almighty God! --no, no! They heard! --they suspected! --they knew! --they were making a mockery of my horror!-this I thought, and this I think. But anything was better than this agony! Anything was more tolerable than this derision! I could bear those hypocritical smiles no longer! I felt that I must scream or die! and now --again! --hark! louder! louder! louder! louder!

"Villains!" I shrieked, "dissemble no more! I admit the deed! --tear up the planks! here, here! --It is the beating of his hideous heart!"

jueves, 13 de enero de 2011

El Legado de Homero Simpson

Por: Rafael Álvarez de los Santos

La súper famosa serie televisiva “Los Simpsons” nos ofrece una historia interesante de analizar porque la misma es una crítica a la sociedad de nuestros días.

Homero, personaje principal de la serie, es una persona abandonada por su madre cuando apenas era un niño y criado por un padre que nunca reparó en cuidarlo ni tener palabras de elogios para él.

Esta situación hizo de Homero una persona que entiende que lo único importante es sentir que tus hijos e hijas te reconozcan, que te quieran, que es imprescindible mantenerse “bien” con su familia; de hecho, lo único que suele preocupar a este personaje es sentir que ha herido a alguno de sus hijos o que su esposa está enojada con él. Homero es capaz de hacer hasta lo imposible para recuperar la armonía en un hogar donde él suele ser reincidente en estropearla.

Por lo demás, Homero es una persona totalmente vulgar, para nada le interesa los buenos modales, es un apasionado frenético de la comida y un bebedor de cerveza empedernido. Es una persona a quien no le preocupa en lo más mínimo vivir apegado a valores éticos, no paga impuestos, comete todo tipo de infracciones en la calle y soluciona sus problemas tomándose unas cervezas o en su defecto robando las cosas que le hagan falta de la casa de su vecino Flanders.

Precisamente Flanders es la persona de más progreso en Springfield y a diferencia de Homero, éste paga todos los servicios públicos, inclusive los impuestos, asiste todos los domingos a la iglesia, es un creyente fervoroso, vive apegado a valores éticos y se preocupa de que sus hijos aprendan lo mismo.

En el caso de Homero, el hijo con quien más se identifica es con Bart, un engendro que augura ser una versión corregida y aumentada de su padre.

Lo curioso de todo esto es que, a pesar de la personalidad de Homero, su trabajo es súper delicado, pues trabaja como inspector de seguridad en la planta de energía nuclear de Springfield. Es una de las grandes paradojas, un tipo sumamente irresponsable en un trabajo tan delicado.

Me parece que en nuestro país hemos estado actuando tal como si viviésemos en Springfield. Hemos destinado lo más delicado que tenemos, la patria, en las manos de un liderazgo cuya personalidad es lo más parecido a Homero Simpson.

Tan sólo les “importa” su familia, que sus hijos e hijas estudien en las mejores universidades, que se den la buena vida con el dinero nuestro. Por lo demás, no tienen el más mínimo pudor para alzarse con el erario del pueblo, cometer los más viles actos de corrupción, aliarse con el narcotráfico, y vivir como si nada les importara en un país donde ya se tiene comprometido hasta el futuro de nuestros tataranietos como resultado del endeudamiento sin sentido en que se incurre en cada período electoral.

El problema de esta sociedad es que prefieren imitar a Homero y desdeñar a los tipos Flanders, al punto de que hemos hecho de la corrupción una cultura y en ocasiones hasta cuestionamos quienes hayan pasado por la administración pública y no exhiban grandes fortunas, lujosos vehículos y recursos destinados al pago de favores sexuales adicionales al compromiso marital, aunque criticamos estas situaciones a diario.

Nuestro país debe abocarse, impostergablemente hacia una revolución moral y ética en donde, quienes aspiren a dirigir nuestros destinos, sean personas creíbles, con intereses nobles y con el único interés de hacer de nuestro país una sociedad de hombres y mujeres donde lo único que importa sea la patria y el bienestar de su gente.

La suerte está echada.

miércoles, 5 de enero de 2011

Tu deliciosa sonrisa

Por: Albania Camacho

Tu sonrisa cálida, honesta, afectuosa es mi mejor “muso”; porque es una clara manifestación de tu interior, del maravilloso ser humano que eres... Tu sonrisa cuando las circunstancias suelen ser negativas alivia la amargura y la tristeza de mi alma...

Si tan sólo me dejaras amarte, quererte, adorarte e idolatrarte, si tan sólo me dejaras llegar a ti, para disfrutar tu ternura, gozar de tu dulzura…

¿Por qué no me dejas entrar en tus sueños?

Para ser la luz de tu amor, para hacerte feliz, para estar eternamente a tu lado… Tú estás conmigo en el más profundo lugar de mi ser, llenando de ti cada partícula de mi alma... Provocándome sensaciones tiernas, suavemente colocadas en lo más dulce de mi piel, embriagando con tu tierna sonrisa todos mis sentidos, llevándome a tu lujuria hecha para mí, pensando agonizar en tu cuerpo justamente encima de tu inolvidable sonrisa… ¡Toma este beso sobre tu frente! Ya no queda nada por confesar. Eres mi “muso”, todo lo que veo o imagino es sólo un sueño dentro de un sueño… Cuando te quedas en silencio archivo tus pensamientos, tus amores, tus temores, tus deseos, tus te quiero, tus sentimientos… Deja que el silencio me descubra cosas de ti, para un día poder decirte ¡Amor cuánto te quiero! Porque el secreto del amor no es vivir enamorada, el secreto del amor es amar, ser amada… La vida no es vida si tú me faltas, porque no puedo ver el mundo sin tus ojos, ni respirar el aire sin tu aroma, ni besar la felicidad sin tus labios, la vida no sería vida si tú me faltaras...

Cada beso te hace más fuerte o te destruye. Cada día es una prueba, una lucha, una bendición. La vida es hermosa, pero es una sola; es un momento para ser feliz. Pero la felicidad no está en otro lugar que no sea soñando, disfrutando o deseando esa hermosa sonrisa. Ensanchas mi alma cuando sonríes. Por eso quiero para mí cada una de tus sonrisas, para hacer que las sonrisas y la piel construyan conversaciones hermosas, placeres desbordantes, sabores exquisitos…

Tú Llegaste a mí cuando todo parecía perdido, cuando mi corazón perspectivas de volver amar no poseía, tu sonrisa ilumina mis días…

A lo mejor eres mi alma gemela, porque contigo siento una conexión espiritual; a pesar de ser incrédula con esas cosas, es como si fuéramos una combinación extraordinaria llevada a lo sublime…

Cuando me sonríes siento que vivo, sueño, sufro, lloro, te tengo entre mis brazos, te busco, te acaricio, te beso el alma, me veo en tus ojos, te amo con todo el corazón, lloro junto contigo, te digo al oído Te amo más que a nadie, Te amo para toda la vida, Te amo para el resto de mi vida…