domingo, 28 de marzo de 2010

Salmo a la Vida

Por: Nicolás Guevara

Este camino que transito
me conduce a la vida…
de ella vengo, para ella voy.
No conozco la muerte
el calor de otros lo ha impedido
la sonrisa, la esperanza de otros
me han llenado.

Aquí el mar sueña sereno
se torna inmenso el horizonte
hay luz en cada paso
fuerza en cada gesto.

Con el otro
no conozco la muerte
ella habita más allá
de nuestras alegrías y esperanzas
y del tiempo en que la gente
sabe sonreír.


(Tomado del libro: Después de un cuarto de siglo. 1989)

sábado, 20 de marzo de 2010

Pa’ ser bruto no hay que estudiar

Por: Rafael Álvarez de los Santos.

Cada mañana nos parábamos a orillas de la carretera para observar lo que ya se había hecho una costumbre: la madre de un vecino que tenía que llevar su hijo a la escuela a base de correazos.

La escena se repetía día tras día, el niño llorando delante y la madre detrás con la correa y el desayuno. Pero, en realidad, lo que nos gustaba de esta escena no era el llanto del niño, ni las palabrotas que la madre pronunciaba mientras seguía sus pasos con firmeza para asegurar que no faltase a la escuela. Lo que nos hacía detenernos era la justificación del niño para no asistir a clases “Mire mamá, yo no voy pa’la escuela porque pa’ser bruto no hay que estudiar”. Nos desternillábamos de la risa al escuchar semejante frase y sin dudas que era nuestro mejor espectáculo todas las mañanas.

Han pasado muchos años de aquella escena, tantos años que hoy ese niño busca abrirse paso en el difícil mundo de la música. Es un aspirante a bachatero que se hace llamar “el teniente de la bachata” y que “desea cantar una bachata con rango”. Es un joven a quien nunca se le ha registrado o acusado de hechos que en sí impliquen brutalidad pues, aunque no estudió, ha decidido no ser bruto.

Aquello que nos causaba risa, hoy me ha hecho darle la razón a aquel niño, y me he convencido de que es cierto, para ser bruto no hay que estudiar. La brutalidad se ha asociado a la falta de conocimientos o de estudios que pueda afectar a una persona. Sin embargo, la realidad nos ha enseñado que no es así, la condición de brutalidad se adquiere.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua nos ofrece una definición de la palabra brutalidad: “calidad de bruto, falta de razón, desequilibrio pasional, acción violenta y cruel”. Estas son acciones que se llevan a cabo en todos los estratos sociales de nuestro país.

Visto así me hago algunas preguntas. ¿No es un acto de brutalidad el querer entregar el principal pulmón de oxígeno del país para construir una cementera? ¿Acaso no constituye un acto de vil brutalidad el que se denuncien casos de corrupción y de complicidad con el narcotráfico de grandes líderes políticos y militares, sin que ello implique una reacción convincente de la justicia? La brutalidad llega a su punto álgido cuando hombres, sin importar su estrato social de pertenencia, deciden truncar la vida de sus parejas por el solo hecho de que éstas los han dejado de querer.

Estos hechos no son realizados principalmente por gente iletrada, por gente que no haya ido a la escuela. La mayoría de estos actos corresponden a personas que han recibido buena educación y que inclusive han tenido las oportunidades que muchos, a quienes se les acusa de violentos, no han tenido.

En este sentido la brutalidad se aleja de la educación y se acerca a la expresión que popularizara Catán Totumita, un borrachón de mi pueblo que, al verse bajo los efectos del alcohol, repetía innumerables veces “ei bruto e criminai.”

Son hechos brutales los atracos, la corrupción, el despilfarro del dinero del Estado, que es dinero de nosotras y nosotros, en cada campaña; asimismo la complicidad con el narco, el comercio sin moral y la política sin principios. Ser bruto es una decisión, no una condición mental.

Es cierto, pa’ser bruto no hay que estudiar, porque quien decide ser bruto, no importan los altos grados académicos que haya tenido, no valen las grandes universidades a que haya asistido, no sirven los grandes honores y reconocimientos sociales que se hayan recibido. Para ser bruto sólo hay que decidir serlo y punto.

Hoy le doy la razón al niño: “pa’ser bruto no hay que estudiar”; y refuerzo su expresión con las sabias palabras de Catán Totumita: “Ei bruto e criminai”.

lunes, 15 de marzo de 2010

¿Por qué te extraño?

Por: Franklin Peralta

¿Por qué te extraño?,
si a tu lado respiro
el toque amarillo
de tus caricias.

Si vivir contigo
es recordar que estoy vivo.

Si golpes de guayaba
son cada uno de tus besos pagados.

Si tus lágrimas y las mías,
al juntarse,
recrean un torrente indomable
por tus sábanas azules.

Si tu ir y venir
de mi boca a mi cuello
destierra la desanimada tristeza.

Si existir
en el vuelo de tu palabra
es mi meta día a día.

Si te duermo mirándote
Y me despiertas mirándome,
en verdad no sé
¿por qué te extraño?


(En el diciembre sin nochebuena del 2003)

viernes, 12 de marzo de 2010

Ancianos

Por Sandy R. Genao Cruz

Día a día, por la céntrica avenida lo veo caminar;
arrastra junto a su triciclo los sueños de juventud,
la vida lo golpeó duro, ha sido pesada su cruz.

A media tarde la saludo frente a la casa azul
sentada junto a la acera,
siento su mirada lejos y su pensamiento vuela.

Al caer la tarde se juntan, una mueca seca sirve de saludo,
quizás sea una sonrisa, pero muestran en sus rostros
gran pena y dolor oculto.

Cuando jóvenes soñaron con progreso,
ser ciudadanos prominentes,
de esto ya no queda nada, sólo la piel arrugada,
el grisáceo de sus ojos y la sensación cercana de la muerte.

viernes, 5 de marzo de 2010

El horizonte que no encontré

Por: Jacinto Sención

Interrumpido por el afanoso deseo de saber quién era, de dónde venía y hacia dónde iba, emprendí el nublado camino hacia el horizonte que no encontré. Caminé por senderos oscuros, animado por la esperanza de dar respuesta a una interrogante mía y del común de los mortales de saber sobre el destino. Único y solitario amigo de la desesperación.

En el principio de este caminar, la ignorancia dominaba mis pasos. Sentía la vida lo más natural, sin saber cosa alguna de la mentira, sin estar solo, ni saber de amor. Estaba arropado de la inocencia, que hacia de mí un indefenso de la razón.

El camino era largo y aún más sino se sabe hacia donde ir. Todo daba igual, no había porvenir, ni era necesario, pero sí difícil de ser comprendido por la oscuridad de mi concurrir. Y el horizonte cada vez más lejano, no parecía existir, pero se buscaba. Sentía la necesidad de viajar, pero no tenía alas. Todo terminaba en el intento, no sabia volar.

Guiado por las dudas y acompañado por el miedo, caminaba sumergido en el cielo profundo hacia lo desconocido que no encontré. Seguía ahí en el mismo punto de partida, alejado del tiempo, sobre un espacio inagotable. Sólo Sísifo podía entender lo que sentía, pero él no existía, ya está en mí, y no era yo, era el horizonte que no venía; más bien se alejaba aun más, llegando a pensar que era un invento y nada más. Pero de una cosa estaba seguro, que la confusión estuvo presente en todo momento, llegando a ser mi única compañera en la soledad infinita, mortificadora, que no me permitía alejarme de ella por un segundo. Sólo hacía de mí un fantasma de mi propio ser. El miedo hacía su entrada triunfal, tomando el control, y la desesperación le daba la bienvenida.

Ya no ignoro la existencia, ni recuerdo el olvido de lo que no existió, pero sé que existo con mis dudas, que siempre han estado y estarán, que las hago mías hasta el final. Un final que no acaba de empezar.

Es el horizonte, lejano, distante, perdido, que sólo él se toca, que sólo él se encuentra, que sólo él existe lo mismo que yo, sin lograr unirnos por siempre jamás. Sólo las dudas salen a mi encuentro, inspiradoras de mi caminar. Donde estoy ahora se lo debo a ellas, y con ellas siempre, caminando juntos hasta el final.