lunes, 25 de septiembre de 2023

Urakami y la novena de la Asunción

Por: Humberto Rivas

En Urakami cayó
un 9 de agosto,
una semilla perversa – cargada de fisión nuclear de núcleos atómicos
pesados en elementos ligeros, mediante bombardeo
de neutrones que, al contacto, provocan una reacción nuclear
en cadena, y para lo cual es necesario isótopos fisibles,
como el uranio y el plutonio – que se tornó, al contacto con el suelo,
en un horno de fundición de chispas, calor incandescente,
escombros y vapores radiactivos. El infierno sobre la tierra.

Una bomba atómica hambrienta
se engulló Nagasaki de una dentellada,
y con ella miles y miles de personas con nombres
se apagaron ante la bola de fuego.

Su mordisco laceró de muerte la Catedral
de la Inmaculada Concepción
en el distrito de Urakami,
donde 15 mil cristianos se evaporaron también
al instante en el aire junto con el pueblo.

Celebraban la novena de la Asunción,
al cielo ascendieron ese día entre cantos,
entre el humo del incienso del templo
y entre el humo de un hongo gigantesco,
y a la sombra negra que se alejaba de un pájaro destructor
llamado cariñosamente Enola Gay, que jugaba con sus juguetes
el Little Boy y Fat Man.
Urakami, el lugar más católico del Japón al momento de la explosión,
sufrió un golpe mortal desde el cielo, no por mano de Dios,
sino por las plumas de acero de un ave que llevaba en el pico
un mensaje de paz.