martes, 23 de diciembre de 2008

Pasando por El Masacre

Por: Jacinto Sención Mateo

Todo comenzó al anochecer del 16 de agosto en el 1937. El miedo se apoderó del lugar. Todos sabían el por qué de lo que pasaba, pero ninguno hablaba, lo que veían y lo que sentían se negaban a expresarlo. Era mejor callar que llorar. Preferían prolongar la vida que perderla. El fantasma del enemigo estuvo presente en todo momento, sin dejar que los suyos enterraran a sus muertos. Mientras que gran parte de la multitud escapaba de la persecución.

A medida que la noche se hacía más oscura, una avalancha humana se dejaba sentir cuando trataban de cruzar el “Masacre” sin ser vistos. Hombres, mujeres y niños se lanzaban despavoridos por el enfurecido río, que a medida que pasaba el tiempo, las aguas aumentaban su caudal, sin parar de llover por un segundo. El fenómeno natural no impedía que la multitud prosiguiera su camino. Preferían peligrar en el intento de alcanzar la otra orilla, que morir como “don nadie” por las tantas balas que venían hacia ellos de lugar desconocido.

Al amanecer las lluvias se habían marchado con la oscuridad, sin esperar al reluciente sol mañanero que tomaba control del lugar. Un sonido coral se pronunció en el momento, parecería comunicar algo. El zumbido del río, el rechinar de los árboles que eran golpeados por los fuertes vientos y la cantaleta de las aves que alertaban la presencia de un sin número de cuerpos que yacían a lo largo del camino cercano al “Masacre”.

Toda la población se hizo eco rápidamente de lo ocurrido. Desde la línea noroeste hasta la gran ciudad se comentaba sin hacerlo público, lo que había pasado en la zona fronteriza. La cantidad no se sabía, sin embargo en el lugar no se encontraban ataúdes ni sepultureros que pudieran dar abasto a tantos infortunados que sin vidas, fueron amontonados sin orden alguno. La naturaleza se había encargado de propagar el rumor, sin dejar rincón alguno que no se enterase de lo que acaecía. Sólo ella desde la oscuridad pudo contemplar tal barbarie y clamaba con dolor el arrebato por los hijos de las tinieblas.

La persecución había empezado mientras oscurecía. Todo había estado planificado durante el día, mientras que los de abajo ignoraban su destino y fueron tomados por sorpresa. Un centenar de hombres sin rostros, con grandes botas blancas y armados de perversidades se atrincheraron desde muy temprano en la casona verde. No se sabía de dónde provenían. Otro grupo de civiles, provisto de malicia y con los dientes bien afilados, se integraron a la legión hasta que bajara la señal, que de lo alto se pronunciaría. Sus rostros rojizos delataban el ansia de cumplir una orden, que de no hacerlo correrían la misma suerte que los indefensos de la razón.

¿Qué razones podían tener para ordenar tal crueldad? Sería odio, venganza, ¿pero contra quiénes?, si ellos no eran una carga para nadie, se preguntaban los enemigos miserables, que aprovecharon la ocasión para atacarlo desde el silencio y desde la clandestinidad. Sin embargo otros motivos se correspondían a la esencia misma de los monstruos: la crueldad, su principal característica que ponían de manifiesto cuando se trataba de los negros.

Un aullido ininterrumpido puso fin a la incertidumbre en la que estaban sumergidos los defensores de la maldad. Sólo una noche les bastó para llevar a cabo tan sanguinaria misión. Sin intercambiar palabra alguna, se lanzaban como perros rabiosos contra sus víctimas. Los llantos se hicieron sentir en todo el lugar. No había piedad que protegiera a los desamparados. El “holocausto” estaba consumado sin excepción alguna. En medio de la confusión muchos criollos corrieron la misma suerte. A distancia se alcanzaba ver un fuego devorador, convirtiendo los humildes ranchos en puras cenizas.

A media mañana hicieron presencia un sin número de personas que venían de poblados cercanos por los rumores de que algunos familiares suyos habían sucumbido en la tragedia. Por la misma desesperación no lograban identificar uno solo de los suyos. Al parecer, los caídos no tendrían doliente alguno. Aunque era medio día, el cielo estaba de luto, fuertes relámpagos se hicieron sentir y las gentes seguían refugiadas en las escasas viviendas, sin querer enterarse de lo ocurrido.

Una presencia inadvertida de curiosos intencionados, se precipitaron a buscar versiones de lo ocurrido, y parecieran distorsionar o sembrar las dudas en las escasas conciencias del lugar. Buscaron testigos anónimos, que sin haber presenciado lo acontecido, hablan detalladamente según lo acordado con los desconocidos. Eran hombres de buenas presencias, ensacados y con sombreros oscuros tan sujetados que no daban paso para ver las cejas. La vergüenza que le acompañaba estuvo cubierta por grandes espejuelos oscuros, para distraer las miradas de los presentes.

Todo estaba resuelto. Un detallado informe a la opinión pública daba razón de lo acontecido. Conflictos por unas tierras era la razón por la que se habían mutilado unos con otros. Cuando las autoridades fueron avisadas, ya era demasiado tarde para evitar la matanza, terminaba el comunicado oficial. Sin embargo, del otro lado del río la noticia se convirtió en amargura e impotencia para una multitud que no veía la hora de poder honrar a los suyos.

Se hizo de noche, mientras que en el lugar abundaba un prolongado silencio humano, sin enterar a la naturaleza que vigilante se encontraba, para protegerse de los insensibles iracundos, que dormitando estaban sin conciencia alguna, mientras que a lo largo de toda la frontera, se encontraban las indefensas almas tratando de cruzar hacia el otro lado del “Masacre”.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Algunos versos

Por: Franklin A. Peralta E.

Aunque tenga que darle
un golpe de estado al destino.
Aunque tenga que convencerme
de lo propicio de la adversidad.

Aunque tenga que fingir la paz
porque aquí están las palomas.
Aunque tenga que bailar a descompás.

Mi alma me grita que se marcha,
que no me da ya otra oportunidad.
Quisiera sostener un monólogo compartido,
retenerla conmigo una noche más.

(Justo a la mitad del 2002)

domingo, 14 de diciembre de 2008

Anhelo

Por: Sandy R. Genao Cruz

Me gustaría observar el sol
cuando se posa tibio sobre la mañana.
Me gustaría despertar temprano
y mirar las flores desde mi ventana.

Me gustaría caminar descalzo
por los verdes campos y por las montañas.

Me gustaría bañarme en el río,
Hasta que el frío inunde mi cuerpo y mi alma.

Me gustaría dormir en la hierba
y bajo la luna soñar que flotaba.

Pero que lastima, pobre de mí.

Tengo por sol una bombilla que me despierta,
y de un salto tengo que abandonar la cama.

Es mi ventana un hueco que me permite solo,
observar la calle y la gente que pasa.

No puedo caminar descalzo,
el caliente asfalto impide que lo haga.
Tengo que dormir encerrado,
asegurando cosas,
y a cada momento tener que observarlas.

¡Oh maldita infelicidad!

Es que la agitada vida en la gran ciudad
no admite sueños, "ni cosas abstractas"

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Preámbulo

Por: Jean Suriel

CUANDO LA NOCHE destila
su silencio
y la luna depreda
la oscuridad,
desde el mismo centro
del alma,
brota la esencia vital
de un poema.
Y cuando el invierno
devora el silbo musical
de un corazón inspirado,
renace la hoguera
de un sentimiento.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Dos Historias, una intención, dos finales y un desenlace

Por: Rafael Álvarez de los Santos


Primera Historia:

Lo recuerdo perfectamente. Un día de octubre el Colegio Médico Dominicano había anunciado una de sus reiteradas marchas al Palacio Nacional en busca de su mal llorado aumento salarial.

El anuncio estaba hecho, tocaba a la policía hacer sus acostumbrados shows llenando de militares todas las calles e inmediaciones, al punto de hacernos creer que estamos en una nueva versión de la guerra del 65 o algo por el estilo.

Pues bien, en medio de ese panorama había salido a almorzar con destino hacia mi casa. Los grandes tapones me hicieron cambiar de opinión y de dirección y regresar a la zona colonial para almorzar por ahí.

Viniendo de camino me detuve en una cafetería para tomarme un jugo hasta que llegara a la Tradición (mis queridos amigos y amigas saben a qué lugar me refiero). Tenía tan solo cincuenta pesos en los bolsillos. Pregunté a la señora que vendía algunos precios de cosas que me interesaron, pero mi capital no llegaba hasta ahí y ella no aceptaba tarjetas de crédito.

Después de un breve diálogo vino la pregunta ¿Señor usted quiere comer? Respondí afirmativamente. La señora me dice: “Pero yo puedo darle la comida y usted me la paga mañana”. Esta actitud me asombró pues nunca había visitado ese lugar ni tampoco había visto a esta señora, pero acepté su propuesta.

Cuando terminé de almorzar le dije: Señora iré a un cajero a buscar el dinero, si quiere se puede quedar con mi cédula. La señora fue más enfática: “No señor, ya le dije que me la puede pagar mañana, además si usted me engaña yo puedo perder 150 pesos, pero usted pierde la confianza y nadie sabe el día que nos encontremos por ahí”.

Esa experiencia me marcó y definitivamente me dejó una gran enseñanza, pues en medio de la sociedad en que estamos y que vivimos, en la que ya nadie confía en nadie, de verdad que me hizo repensar y entender que hay esperanza y que no todo está perdido.

Alguien que desconocía me devolvía la confianza inclusive en quienes conozco, fue la gran lección del día. Tan solo una actitud, un hecho me hizo repensarme y pensar en cambiar.



Segunda Historia:

Después de esta experiencia me propuse cambiar o por lo menos flexibilizar en mi actitud desconfiada en esta sociedad y en sus personas.

Pues les cuento; había comenzado la temporada de pelota y era la primera vez que me tocaba vivir este hecho con mi propio vehículo. Siempre había soñado con ponerle una banderita azul con el nombre del Licey, equipo por el que simpatizo (aunque muchos/as amigos/as sean aguiluchos/as).

En un semáforo un tipo de cara amigable estaba vendiendo las susodichas banderas. Me detengo y le pregunto ¿cuánto cuesta una banderita de esas? Cincuenta pesos, me contestó.

Enseguida apelé al sagrado derecho del regateo ¿Pero no está cara por cincuenta pesos? El tipo me respondió: “amigo van a subir de precio”, pero no tengo dinero menudo, le respondí.

¿En cuánto están? ¿Una papeleta de cien? Me preguntó. Respondí afirmativamente, “pero yo tengo menudo” me respondió. OK, le dije, y procedimos a materializar el negocio.

Después de colocarme la banderita en el cristal de la puerta derecha de mi carro, éste no podía bajar y el vendedor me dice “deje el cristal subido que yo doy la vuelta para devolverle” y así lo hice después de pasarle los cien pasos.

Para mi sorpresa este final fue diferente pues el tipo se dio a la huida con mis cien pesos y corrió a tal velocidad que apenas pude reaccionar. Cuando caí en la cuenta de que me había estafado ya el tipo había recorrido más de dos cuadras. No tuve otra alternativa que marcharme.

Pues como ven, han sido dos historias con intenciones posiblemente parecidas, pero con finales muy diferentes. Esto me hizo reflexionar mucho y hasta dudar de si mantener la actitud que había decidido asumir después de la experiencia de la primera historia.

Dos cosas me llegaban a la mente: quizás la señora que fue capaz de fiarme la comida sin haberme visto tuvo mejor percepción que yo al advertir la persona con quien estaba negociando. Y es posible que este tacto me faltara.

Lo segundo es que no todo el mundo es como yo, ni piensa como yo, o sea, yo sería incapaz de hacer lo que me hicieron a mí, pero hay personas que sí serían capaces de hacerlo como este señor.

Me dolió menos porque tan solo perdí cincuenta pesos, pero me molestó porque me ha hecho volver a ser cauto con las personas, con una visión menos confiada. De verdad que quería volver a confiar.

Esto me deja con sentimientos encontrados pues la verdad que, o decido confiar o desconfiar. ¿Puedo poner a prueba de nuevo la honestidad de las personas? Creo que sí, pero de seguro que serán con sumas de dinero tan bajas o menores de lo que me han llevado.

Aún es posible la esperanza.

Desenlace final:

Al momento de escribir este desenlace he pensado mucho si dejar tal cual la segunda historia de este relato ¿por qué? Sencillo se los contaré inmediatamente.

Al otro día de lo sucedido con mis cincuenta pesos pasé de nuevo por el lugar donde se colocaba el vendedor pues es ruta obligatoria para llegar a mi trabajo. Y ¡Eureka! Allí estaba mi susodicho en la misma esquina y con las mismas banderitas.

Al verlo bajé el cristal del vehículo, lo miré y él no me reconoció al principio e intentó venderme de nuevo. Le pregunté ¿no te acuerdas de mí? Y me respondió con una sonrisa de oreja a oreja lo siguiente: “Mi hermano pero usted se me fue ayer” “Mierda, yo salí a cambiar el dinero y cuando miré ya usted se había ido”.

Por un momento creí su historia, pero la desconfianza que subyace en mi subconsciente me hizo preguntarle: pero usted me dijo que tenía menudo ¿por qué salió a cambiarlo? Además usted llevaba como cuatro esquinas recorridas, quien pensó que se me había ido con el dinero fui yo sobre usted.

Volvió a decirme: “Pero loco sería yo si me le voy con cincuenta pesos a una persona sabiendo que yo tengo que pararme en esta esquina todos los días” su razonamiento me pareció lógico y por el momento le creí hasta que me pasó los cincuenta pesos.

El dinero devuelto estaba en tan mal estado que por el momento pensé que me los estaba pasando para ver si reaccionaba en lógica inversa y le decía que mejor se quedara con ellos, pero mi desconfianza que subyace en mi subconsciente me decía mejor llévate tu dinero aunque se los regale a algún pordiosero en la calle.

Para no cansarles la historia, les he ofrecido los famosos cincuenta pesos a dos personas que piden en la calle y a un niño que limpia vidrios en el semáforo de la Gómez con 27 de Febrero y ninguno han aceptado el dinero propuesto. Esto dice mucho del mal estado en que estaban.

Al final decidí plastificarlo para recordar esos días, pero pensé que no era necesario recordar cosas no tan positivas y opté por echarlos en un zafacón.

Definitivamente que no sé qué pensar al respecto, de todos modos les cuento estas anécdotas para que las tengan en cuenta.

martes, 2 de diciembre de 2008

El lanzamiento de Naiboa Literaria

Por: El Equipo De La Naiboa


El pasado 28 de noviembre será un día conmemorable para quienes vivimos la experiencia de ver realizado el tan esperado lanzamiento del Blog Naiboa Literaria. Fuimos invitados a participar de una noche en la que nos confundimos con el despliegue de canciones, poesías, aplausos, carcajadas, abrazos, bailes, exquisiteces y sobre todo, unos tragos de bebidas nacionales que relajaban los fervientes cuerpos.


El lugar del encuentro estuvo muy acertado, ya que le dio un matiz romántico. Los presentes se agarraban de sus parejas, y con el sonido de las guitarras, aquél trío de voces hacían revivir a los Panchos en sus mejores tiempos. Unas treintas personas fuimos privilegiadas de tan maravilloso momento, el cual todas y todos valoramos de positivo, obligándonos a celebrarlo cada año de forma oficial.


Empezamos a la 7:30pm con la llegada de cada unos de los invitados que se fueron congregando tímidamente, sin perder la esperanza de que todo fuera un éxito. De entrada una joven del Karaoke-Bar Acuario nos sorprendía a cada uno con una copa de vino para darnos la bienvenida. Con las palabras de inicio que estuvieron a cargo del poeta Héctor Martínez, quien nos puso al tanto del Blog, nos dimos cuenta que ya la idea del espacio estuvo presente desde años atrás cuando nos reuníamos en algunos café-bares de la Zona Colonial; donde entre cervezas y discusiones literarias tratábamos de arreglar la imagen de la sociedad sin que ella se enterase.


Luego tomó la palabra el poeta Franklin Peralta, quien con mensajes alentadores dio las gracias a los y las presentes y pidió seguir aunque de manera virtual las relaciones como en los primeros momentos. Franklin es uno de los precursores del espacio y a la vez, es el responsable de publicar las distintas iniciativas de poemas y otros escritos que se van desplegando cada semana por Naiboa Literaria.


Pasaban de las 11:30pm cuando la satisfacción de los poetas y los invitados llegaba a su máxima expresión, sin que las horas fueran motivos para la clausura de la actividad. El poeta Héctor pidió la palabra para agradecer la participación de los y las presentes y en especial de los artistas que armonizaron el encuentro.


La fiesta no terminó con el cierre de la actividad, más bien se siguió en la parranda, ya que una gran parte nos quedamos hasta la 1:30 de la madrugada, cantando en el karaoke, bailando y sobre todo, dándonos los últimos tragos de la noche para dejar formalizado la “alegría de vivir”. Las despedidas fueron emotivas, acompañadas por los ánimos de seguir viéndonos nuevamente en la página virtual, y sólo nos queda decir: “hasta pronto tal vez, hasta nunca quizás”.


Es un deber el darle las gracias a los que hicieron posible que este encuentro se hiciera realidad: Héctor Martínez, Franklin Peralta, Alexis Estervin, Jacinto Sención (Joaquín), Rafael Álvarez. Gracias mil para Jana, Tagoris, Vladi, Rubén, Rosy, Mairibi, Milton, Umberto, Cecilio, Sandy, entre otros, que hicieron del espacio una verdadera, sabrosa y bien cargada Naiboa Literaria.


Gracias, muchas gracias.