lunes, 29 de junio de 2009

Interpelaciones de Sebastián

Por: Héctor Martínez D.

Con cándida sonrisa
miradas abiertas
y abrazos desinteresados
siento tu canto
palpitando sentidos,
y me llamas.

A retomar la vida
animar lo cotidiano
alivianar los sentidos,
y convertir en acción
reclamos y quejas.

Sin dejos ni lástimas,
convencido de que justo o no
se vive y se sueña,
y aunque más se sueña
vivir siempre compensa

A superar la sola existencia,
trascender lo insulso
de este a veces ser subsistencia,
y profundizar las posibilidades
que hacen la vida
síntesis de lo absoluto y las contingencias

Ser y vivir
a sabiendas que somos
y sin más, ser siempre
arraigado al pasado sanado
al presente conciente
y al futuro ahí, de vida siempre ferviente.

Todo esto
en tus primeros y temblorosos pasos
lo dices,
lo avisas,
y en la mudez de tu inocencia
recriminas,
exiges,
animas,
a vivir la vida,
a volver y recrear ilusiones,
a sanar pérdidas y heridas.

martes, 23 de junio de 2009

La oración

Por: Noemí López

En luchas calladas y a gritos
me envuelvo entre sábanas
buscando en silencio una plegaria

Esa plegaria, la correcta, que explique mi necesidad.
Y a mi Dios le pido su auxilio
para que veas en mí todo mi amor
para que tus ojos de esmeralda me vean dentro.
Encuentres ríos y sombras como lugares de ensueños
donde quieras estar por la eternidad

Pido en mis plegarias por ti,
más bien por mí, por un amor que se agranda y duele.
Pido por valor para salir del anonimato,
para que al fin me veas con tus ojos de esmeralda
y llores conmigo por el tiempo perdido
y rías conmigo por lo que vendrá.

Voy a orar esta noche para que mañana
vayas al santo lugar, donde descubrí tus hermosos ojos.
Voy a verte otra vez, sólo a verte
cuando al final del día me regales esa sonrisa
entonces me iré y oraré por los dos otra vez.

jueves, 18 de junio de 2009

¡Que viva la Modernidad!

Por: Sandy R. Genao Cruz

Caminando por las polvorientas calles del barrio, he podido descubrir la “modernidad” en cada esquina. No es para nadie un secreto que si bien los callejones siguen lodosos y mal olientes como siempre, que los niños siguen llenos de parásitos y que la insalubridad abunda gracias a que las cañadas (que dicho sea de paso son patrimonio cultural de todos los barrios de la Capital) siguen llenas de basura, que aún los métodos para sanarse son los remedios caseros porque “¿pa’ que ir al medico?, si al fin y al cabo no te atienden”, a pesar de todo eso, estamos percibiendo la modernidad en todo su esplendor… Veamos algunos ejemplos:

1. Recuerdo que cuando tiguerito (niños son los hijos de los ricos) se peleaba a la trompá… y con ética. Si tú ibas a pelear con uno, el otro dejaba que te quitaras la camisa, practicaras un poco tu técnica, entonces comenzaba el pleito. Si por mano del diablo tú caías debajo, o sea te etrallaban y caías encima de una piedra o en un lodo, le podías decir al otro con toda confianza que se te quitara de encima pa’ ponerte cómodo, porque así no podías seguir peleando…

¡Ahora no, ahora se pelea con pistola y si te pueden agarrar descuidado mucho mejor!


2. Otro ejemplo es el caso de las bancas de apuestas de la lotería que pululan en el barrio. Estas ya no venden numeritos anotados con lapiceros en un pedazo de papel con cuatro numeritos en rojo que cuando coincidían los dos últimos números con los que salieron te sacabas quince pesos si era en primera, tres en segunda y un peso en tercera. Cuando te sacabas el premio duraban un paquetón de tiempo pa’ entregarte los chelitos; ya no, fíjense que atraso. Otro salvajismo, la lotería sólo era los miércoles y domingos.

¡Ahora te venden el numerito a computadora, además todas las bancas dicen “pagamos hoy mismo”, y gracias a dios tenemos lotería todos los días, y no una no, ahora son tres y en días específicos hasta cinco!


3. El chisme era el modo de entretención de mucha gente. Recuerdo que cuando pasaba algo en el barrio y tú no estabas en casa, había hasta pleito en la familia para determinar quién te contaba lo que pasó…

Ahora con el bendito Internet y los benditos celulares ya no se puede, porque las personas de fuera, casi siempre se enteran primero que tú de lo que pasó en una zona del barrio. Y eso ¡que vives ahí!

4. Tú ibas al colmado, pedías una fría y le llevabas al dependiente la música que querías escuchar. Recuerdo que mi hermano andaba para arriba y para abajo con tres casettes de Willy González…

Ahora tú tienes que echarle cuartos a una bendita maquina pa’ oír música. Y otra cosa, esperar que a ella le de la gana de tocártela.

Bueno, como dice nuestro amigo Rafael: “pa’ no cansarle la historia” termino con este breve recorrido de la modernidad en mi barrio. Mientras tanto, los carajitos siguen muriendo de hambre, el presidente habla de lo bien que estamos y en la iglesia se sigue cantando la canción del metro: ¡Aleluya, aleluya! Por lo menos es lo que dice mi carajito de seis años cuando lo llevo a misa los domingos.

domingo, 14 de junio de 2009

A mi madre

Por: Soyri Lebrón

Que sólo supo amarme,
desprenderse de lo suyo
para así cobijarme

Que nada era difícil
cuando se trataba de apoyarme
y con la dulzura de su voz
trataba de consolarme


Quién Madre quisiera tener
que se entregara en cuerpo y alma
y su rostro era un clavel

Con rostro que acariciaba mi tristeza
para convertirla en alegría inmensa

Con manos que reían
al ver mi superación
porque para ella mis logros
eran su emoción

Con cuerpo que cantaba
dando gracias a Dios
de haberle dado tres hijos
que con abnegación cuidó

Mis días ya no son iguales
mis noches están vacías
porque nada me hace feliz
como tú sólo lo hacías

Cuánto añoro nuestros retozos
que cualquier hijo anhela
porque son escasas las madres
que aman a tu manera

Aunque ya no estés conmigo
no me gusta hablarte en pasado
porque tú seguirás siendo
mi futuro más anhelado

Hoy no tengo tu presencia
por lo menos no en lo físico
pero tengo tu enseñanza
y tus valores magníficos

Hay quienes maltratan
a sus madres sin compasión
Hoy yo tengo el consuelo
que de mí te di lo mejor

Si he de terminar este escrito maternal
lo haré dando gracias por la dicha sin final
que me otorgaste Señor, porque disfruté su amor

martes, 9 de junio de 2009

No es malo que nos lleven el queso

Por: Rafael Álvarez de los Santos

Sin lugar a dudas que los libros de autoayuda se han convertido en los recursos más buscado y utilizados en esta sociedad de la depresión y de carencias afectivas.

Uno de estos libros, ¿Quién se ha llevado mi queso?, ha sido quizás en los últimos cinco años el más leído y citado por muchas personas; llegando inclusive a hacerse una edición para jóvenes.

Como me considero un estudioso de lo juvenil, en cuanto vi esta edición me atreví a comprarlo siendo mi decepción ipso facto, pues era exactamente el mismo libro con la única diferencia que le agregaron un diálogo entre jóvenes mientras comían pizza. Vaya imagen ésta.

En una ocasión me invitaron a cantar en una degustación de vinos y quesos en San Francisco de Macorís y lo primero que debo decir es que nunca en mi vida había pensado que existía tanta variedad de quesos y fue tanto lo que comí que duré más de tres meses que no podía verlo ni en pintura.

Algo parecido me pasó con este libro, pues menciona tanto la palabra queso (195 veces para ser exacto) que condujo hasta el hastío mi capacidad de lectura. Si puedo decir con exactitud las veces que se menciona el concepto referido es muestra de que he leído el libro. ¡Sí lo leí! ¿y qué?

Para no saturarles con el término en cuestión les diré que en este escrito esa palabra aparecerá trece (13) veces, para que después no me acusen y puedan leerlo conscientes de la cantidad de veces que aparecerá. Este número que ofrezco incluye desde el principio del escrito hasta el final.

De lo que quiero hablarles no es necesariamente del libro, sino de mis reflexiones a raíz de leerlo. En República Dominicana el queso tiene una connotación diferente, por ejemplo: cuando una persona tiene mucho tiempo sin tener relaciones sexuales se dice que se le está haciendo un queso en la nuca (así es como llamamos la parte trasera de la cabeza).

Por respeto a los niños y niñas que puedan leer este escrito no voy a decir por qué se hace la analogía.

En mi reflexión he pensado que si alguien nos lleva el queso de esta manera no está nada mal que nos lo quiten, pues eso produce un efecto relajante que a más de una persona nos encanta.

Hace unos cuantos días me desperté como muy relajado y alegre, en cuanto me sentí así grité inmediatamente: ¡¿Quién se ha llevado mi queso!? Pero después caí en la cuenta de que había tenido un sueño húmedo y ya no tuve que preguntar más.

Esta experiencia me ha hecho pensar que si encontráramos quién se llevara nuestro queso con más frecuencia viviríamos con menos estrés; enfermedad que es considerada la epidemia del siglo veinte… y del veintiuno.

Si alguien se llevara nuestro queso por lo menos cuatro veces a la semana, tendríamos menos infartos. Al liberar esas energías acumuladas que se convierten en cansancio y estrés, sólo tendríamos que salir a caminar un poco y habríamos completado una dosis de liberación de quesos sumamente importante.

Por último les digo que si en realidad se nos llevan nuestro queso no tiene por qué suceder una situación tan dramática como la que narra el libro. A no ser que nos contagien con alguna enfermedad o surja un embarazo no deseado y para evitar ambas cosas existen los preservativos y anticonceptivos. De manera que debemos permitir que nos lleven el queso por nuestra salud y la de quienes nos rodean.

jueves, 4 de junio de 2009

Gratitud III

Por: Nicolás Guevara

No es mujer desprendida de un costado
ni objeto de cupido en la vitrina
sólo anda tejiendo voces, atrapando sueños
en mi horizonte de papel.
Y la pasión inesperada
como poesía en la mañana sin dueño
o la tarde que desciende frente al mar.
No es patrón de seda en pasarela
ni plasticidad congelada en la pantalla
vive intensa, natural,
como si presintiera el misterio
de los pasos y los días
entre los dos.