martes, 25 de octubre de 2011

Un Boxeador al Congreso

Por: Rafael Álvarez de los Santos

Siempre he creído que la política que se hace en nuestro país es hasta cierto punto folclórica. Creo que somos el único país del mundo donde los candidatos se hacen llamar por su apodo y lo reflejan en los carteles que contaminan la imagen visual del entorno.

En mis recorridos por la ciudad he ido observando cantidades de apodos como: El Chato, Patica, Pirulito, Fiquito, Ito, Lila, y un amplio etcétera para no saturar el escrito.

También hemos visto integrarse al quehacer político partidista a figuras del arte y la televisión cuyo liderazgo ha estado cimentado en haber practicado algún deporte, específicamente la pelota, ser figura de algún programa de espectáculos, algún o alguna cantante o simplemente reina de belleza. Si se observa el oficio que realizan ninguno tiene nada que ver con la política.

Otra práctica que se ha ido poniendo de moda es la de anteponer la profesión o el oficio como garantía de que el cargo a que se aspira será realizado con cierto apego a grandes valores. Por eso no nos extraña que algunos carteles digan: “Un educador al congreso” “Una mujer al congreso” “Una mujer que sabe ser madre, por eso sus hijos estarán en buenas manos”.

Es en este último renglón donde quiero detenerme. Caminando por el Ensanche Luperón observé un afiche de un candidato a diputado cuyo nombre no aparecía en el cartel, sino su imagen acompañada de unos guantes de boxeador de color azul y de marca reconocida y un título que rezaba “Un boxeador al congreso”.

Me detuve por un momento para apreciar de cerca aquella tan llamativa novedad en el ejercicio de la política nuestra. Después de observarlo reparé en la necesidad de que exista un boxeador en el congreso, aunque no sé si este señor habrá sido consciente de su importancia.

La manera en como se hace política en este país conlleva a que constantemente tengan que defenderse de los ataques que el pueblo suele hacer hacia quienes no han manejado la responsabilidad depositada en ellos con pulcritud.

También hemos visto ciertos conflictos escenificados en el congreso en donde se ha recurrido a métodos muy peligrosos, por ejemplo pistola en manos, interrupciones de la energía eléctrica para poder golpear a otros sin que pueda identificarse quién lo hizo, discusiones acaloradas cuando existen posiciones encontradas ante determinados temas.

Un boxeador en el congreso permitiría que aprendan a utilizar los puños pues hasta el momento sólo han sabido utilizar las manos. Para utilizar el puño hay que cerrar las manos. Mientras éstas permanecen abiertas es muy fácil que cualquier bien común pueda quedarse entre los dedos de algún congresista, de quienes sabemos, a decir de su campaña, son honestos, nobles, trabajan por ti, hacen que avancemos hacia el progreso… aunque se observe en la población prácticas primitivas como la de aplaudir cuando llega la energía eléctrica.

Un boxeador en el congreso ayudaría a diversificar el espectáculo, pues hasta el momento sólo tenemos diputados que cantan, modelos de belleza y peloteros. Me imagino que estas personas han sido integradas a la política porque el show que suelen escenificar los congresistas y demás personajes suele ser monótono y de mala calidad, pero la nueva casta política sí saben cómo organizar un evento y brindar un buen espectáculo.

Un boxeador en el congreso agrega otra manera de divertirnos, en un país donde cada día crece la conspiración para negarnos ese derecho. Entiendo que incluida esta figura “peleará” para que ese derecho no se nos niegue.

En EE.UU. existe la figura de un congresista denominado “El látigo”, porque está encargado de llamar la atención a congresistas que hayan cometido actos indecorosos o que hagan poner en tela de juicio la reputación de este estamento del estado.

Supongo que un boxeador en el congreso podría cumplir esta función de maravilla. Ahora bien, también presento las posibles situaciones que puedan darse. Una condición que debe cumplir el látigo estadounidense es que sea imparcial. Sabiendo cómo se maneja nuestra política no podemos inferir hasta qué punto el boxeador pueda serlo.

De no ser imparcial, y sólo llamar a capítulo a quienes no respondan a los intereses de su partido, podría provocar una situación peor; porque me imagino que la oposición entonces contactaría los servicios de Bruce Lee y presentaría su candidatura como “Un karateca al congreso”. Ante esta situación podrían formarse dos bandos (que de por sí ya existen) lidereados por estos dos profesionales de las patadas y los puños. Lo que permitiría que ahora se haga con cierta destreza y maestría lo que hasta el momento se hace sin saber lo más mínimo de cómo se tira una patada, cuáles son los nombres de los golpes, etc.

Aunque pensándolo bien, creo que no estaría mal que semejante situación pueda darse; porque de todos modos ya ellos nos tienen acostumbrados a estos espectáculos. Un boxeador y un karateca es lo mejor que podría pasarles, y si tenemos suerte, terminarían por eliminarse ellos mismos. Y no nos forzarían a utilizar mecanismos para salir de ellos como la abstención al voto, por ejemplo.

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