miércoles, 18 de julio de 2012

Llanto al amor perdido


Por: Sandy R. Genao Cruz

Quisiera volver a sonreír
pero me faltan tus besos.
Quisiera volver a sentir pasión
y se me escapó tu cuerpo.

Quiero salir de la oscuridad
pero tus ojos no me alumbran.
Quiero volver a ser feliz
pero sin ti sólo hay bruma.

Quisiera encerrarme a solas
para probar el llanto amargo.
Quisiera amar a alguien más
pero en mí sólo existe  llanto.

Quisiera convencerte amor
que me amas como ayer.
Y si no puedo me queda decirte 
que esperaré tu volver.


(Dedicado Nancy, el amor de mi vida, en mi intento desesperado por no perderla).

lunes, 9 de julio de 2012

Doscientos Trabajos en Naiboa Literaria


Por: Equipo de Naiboa Literaria

Saludos queridas y queridos,

Un domingo de finales de agosto del 2008, el poeta Héctor Martínez nos entregaba "Sensaciones", el poema inaugural en Naiboa Literaria. Muchas sensaciones han corrido por este blog desde entonces; y bien merecería la estrofa final de aquel poema:

Gracias por a mi lado querer estar
pues aunque nunca te has ido
te siento cada día encontrada.

Gracias Naiboa Literaria. Gracias a la docena de asiduos colaboradores y colaboradoras de este espacio para declamar la vida y desplegar el corazón. Gracias a todas y todos los que casi como contrabando nos han hecho llegar sus trabajos para unirse a esta gran familia que cruza fronteras de países, continentes y hasta de lenguas.

Con casi 8,000 visitas desde que empezamos a contar, en esta peña virtual literaria hemos asistido a grandes pérdidas para la literatura y otras artes, y hemos llorado por heridas incurables para nuestras almas. Le hemos sacado la lengua al sistema. Y hemos escrito a la defensiva y para absolvernos, practicando una escritura de guerrillas.

Pero también hemos reído y dado la bienvenida a aquellos que nos inspiran a escribir y a compartir. Es por ellos y ellas que estos doscientos trabajos son sólo el principio. Porque a través de estas palabras, a veces verso a veces prosa, podrán reconstruir tantas vidas.

Y qué forma más idónea para completar este ciclo que cediendo la palabra a quien lo empezó: del poeta Martínez a Naiboa Literaria:


A la familia Naiboa Literaria

Por: Héctor Martínez D.

Silencio
no ausencia.
Calma
no tristeza.

Conciencia siempre
de lo que somos
sin despedidas
sólo algunas escisiones.

Presente madurado
por pasados entrañables
futuros posibilitados
y este constante ahora complejizado.

Silencio ante la contradictoria grandeza
de este ser que somos
inapreciable en la hondura del universo
percibido en las profundidades de nuestros afectos.

Aunque a veces distantes
nunca ausentes
siempre agradecidamente conscientes.

jueves, 5 de julio de 2012

Mi observación electoral: El día del juicio final


Por: Rafael Alvarez de los Santos

Aclaro, de entrada, que no soy observador acreditado por la OEA, la JCE y menos por Participación Ciudadana. Bueno, por esta última instancia tendría que pensarlo dos veces, pues es posible que la Junta Central Electoral, en su afán de desacreditar la única institución que por más de 20 años ha observado las elecciones, me formule un expediente en el que me vinculen con Pitingli o Cacavila dos ladrones muy reconocidos de Cevicos; o en su defecto me acusen de tener una madre llamada Corina. (Esto último es cierto sólo que para los fines de lugar puede retorcerse esta verdad y hacerla ver como una acusación porque no me cabe la menor duda que hasta de eso serían capaces). 

Comenzó mi día por terminar de decidir a quién endosaría mi voto pues, aunque no me sentía identificado con las opciones presentadas tanto en blanco como en morado, tenía que votar. Una vez tomada la decisión me apersoné al colegio donde debía ejercer el sufragio y como buen ciudadano hice una fila de aproximadamente hora y media, en realidad casi dos horas para ser más exacto y dramático. 

Quizás les interese saber por qué tanto tiempo en una fila de un colegio electoral de apenas 500 votantes y en las que, al llegar, sólo habían 13 personas delante de mí al menos en la fila de los hombres. Por cierto, elevo mi protesta por haber dividido la fila; me parece que reburujados es mejor por razones que no expondré en este informe, quizás en otro boletín lo haga. 

La cuestión es que tardé demasiado tiempo cuando votar me pudo haber tomado 30 minutos con fila incluida y la chercha armada al momento de entrar con amigos que hacía tiempo no veía y que fungían como delegados de partidos y personal de la junta en la mesa electoral. 

Ahora paso a contarles lo que observé porque de eso se trata y ya he dado demasiadas vueltas. Les contaba que tardé más tiempo del previsto en la fila pues por cada tres mujeres dejaban entrar un hombre. No sé si este procedimiento era igual para todos los colegios electorales o una decisión tomada por este en particular. No vayan a cuestionar mi labor de observador por no tener claro este dato, la cuestión es que nadie me supo informar y de lo que sí tengo precisión, según me informaron en la misma fila, es que se priorizaba a las mujeres pues las mismas debían ir a cocinar.  

Comenté que también yo sabía cocinar y no faltaron las miradas que cuestionaban mi orientación sexual por el solo hecho de emitir un juicio que, a mi entender, no tenía nada de malo; al menos pensaba que un hombre que cocine debe ser más atractivo para una mujer, pero mis compañeros de fila me hicieron entender con argumentos contundentes que cocinar no es para hombres. Aclaro que en realidad no sé cocinar, a lo más lejos que he llegado es a unos plátanos ahogados en agua con postura de gallina al aceite caliente. 

La otra razón por la que tardé tanto en una fila obedece al sentido solidario y caritativo de quienes representaban los partidos políticos y me explico: cada cinco o diez minutos aparecía algún dirigente con alguna persona envejeciente con dificultades motoras para ejercer por sí mismos el sufragio y cuyo dirigente se había prestado para servir de lazarillo. 

La verdad es que quedé conmovido con semejantes gestos pues, pese a la intención de los dirigentes que la de ayudarles a votar por el partido representado, pude reencontrarme con personas a quienes daba por muerta hacía mucho tiempo pero ese sentido de compasión de los dirigentes políticos me hizo revivir sonrisas y recuerdos. 

El orden era el siguiente: tres mujeres, un hombre y algún envejeciente con dificultades motoras. A veces se interrumpía el orden dependiendo de la condición del envejeciente pues, el nivel de urgencia lo iba a determinar el sentido de dramatismo que pusiera el dirigente y que evidentemente sería corroborado por la persona que se sentía ayudada. Es así que, en lo que dicen berenjena, habían desfilado más envejecientes y personas enfermas que casi todos los que estábamos en fila. Aclaro que en esta categoría entraban, inclusive, personas cuya única dolencia podía ser haberse quitado una cutícula de la uña del dedo índice de la mano derecha lo que dificultaba para agarrar el lápiz y poner en riesgo un voto que bien podía declararse nulo a no ser por el gesto solidario de los lazarillos perredeístas y peledeístas que justificaban ante el guardia que custodiaba la fila su labor altruista. 

Hasta el momento todo iba bien e inclusive un servidor había reconocido y felicitado a quienes habían realizado semejantes acciones hasta ver llegar a un señor a quien minutos antes lo había visto en un colmado bajándose una fría, hecho que cuestioné por la hora en que lo hacía. Este señor, acompañado de un dirigente bonachón, entró al recinto con visibles problemas para sostenerse sobre sus piernas por lo que el dirigente le servía de soporte.  

Escuché cuando el lazarillo comunicaba a la vocal que recibía las cédulas en la entrada que este señor había sufrido un accidente hacía unos meses y que se encontraba en estado de recuperación, razón por la que estaba impedido de hacer la fila. 

Reitero que todo iba bien hasta ese momento pues resulta que no sólo yo había visto al susodicho empinando el codo a tempranas horas, lo que motivó la queja de mis compañeros de espera a la que particularmente me sumé. 

Pasado este suceso, y aclaro que pese a nuestras quejas al señor se le permitió votar antes que a todo el mundo, un señor que estaba detrás de mí en la fila pronunció la sentencia del día: “Coño, a mí ta’bueno que me pase. Tantos viejos que andan por ahí haciendo nada y yo no pude coger uno de esos para venir a votar”. La amarga reacción de este señor obedecía a que, todo el que traía alguna persona impedida de ejercer por sí mismo el voto aprovechaba la coyuntura para votar al mismo tiempo. Fue aquí cuando me enteré que algunos dirigentes sorteaban a los envejecientes asignándoles a otras personas que debían llevar y a qué hora.    

El suspiro desalentado junto a la frase que expresaba el desaliento del señor colocado justamente detrás de mi oreja izquierda me hizo entender todo lo que allí había sucedido en esa mañana. Pudiera terminar diciendo las viejas palabras con que se concluía un cuento al que no se encontraba un final “Y colorín, colorado…” pero como el colorado es uno de los colores de uno de los partidos prefiero no usar la frase para que no se me juzgue. Sencillamente, y con esto termino, lo que observé es que las votaciones revelan el profundo drama humano por la que atraviesa esta sociedad. Una persona significa un voto y esto es lo único que justifica y motiva el trabajo de los partidos, lo demás es pura teoría.