domingo, 25 de abril de 2010

Domingo 11

Por: Nicolás Guevara

Era domingo y llegamos tan lejos
que nos perdimos en él.
La oscuridad cubría todo. Labios, dedos,
pasión… hasta la sábana
que nos envolvía el amor.
Era domingo, y llegamos tan lejos….


(Tomado del libro: Poetidiario 1998)

lunes, 12 de abril de 2010

En el mismo lugar de siempre

Por: Jacinto Sención Mateo

Despejado y triste se ve el cielo,
siendo el espejo de pasiones,
ilusiones sin resolver,
sin dejar de ser el gran desconocido,
del ayer y del mañana,
sin que el hoy recurra a él.

Ausente de las dudas de siempre,
pero que perduran en la suave brisa,
que desciende enfrente
de cientos que no ven en sus vidas,
más que un laberinto de gritos,
sin que enterarse a la muerte.

Podredumbre por los senderos,
sin enterar al cielo,
que aunque quisiera entenderlo,
no pasaría de ser un sentimiento,
a la voluntad de los vientos,
tan perenne como el sueño.

Pero el día termina una vez más,
el cielo oscurece tan triste como ayer,
las tinieblas le acompañan,
sabes que al amanecer,
muy en la mañana volverá a ver,
sumergidas las gentes,
en sus miserias de siempre.

El hoy, el mañana y el ayer,
ausente del descaso mayor,
fatigado en el dolor,
de saber que han de volver a ser,
los mismos miserables de siempre.

lunes, 5 de abril de 2010

Luna traviesa

Por: Humberto Rivas

La luna, testigo de las noches terrestres,
siempre ha cautivado a los poetas y a los locos;
no sé por qué, ¿será que los locos en el fondo son
poetas, y ellos lo saben mas nosotros no. Y los poetas locos,
y ellos no lo saben pero los otros sí?

No sé, pero en mis noches de locura o poesía,
veo de la luna su perfil de redondez de queso,
con hilos de leche que gime su piel cuarteada de milenios.

La veo anciana galáctica, solitaria,
desdentada por pedradas que llegan
del otro lado del universo. La veo envejecida
por la amorosa espera del cometa Halley
que viene, que va, pero nunca se queda.

Al salir el sol se levanta para divisar desde su ventana
la Tierra que vuela vestida de azul,
borracha de hidrógeno y helio en un bar cercano al sol,
allí mismo donde Marte se sonrojó por Venus
el primer día que la vio.

La Tierra se emborracha para olvidar las penas de sus hijos
que juegan a la guerra matándose de verdad
y jugando con fuego un día le agujerearon su manto
de ozono y le descontrolaron los polos
que guardaba en el norte y en el sur.

No sé, pero la luna como que se ríe
y respira aliviada de no ser habitada,
se compadece de la Tierra, cierra su ventana;
luego, bajo su propia luz, escribe cartas a asteroides
lejanos.

Así la veo en mis noches de locura o de poesía;
a veces incluso me dice que me ama.

Sin embargo cuando vuelvo nuevamente a la cordura
me sumo a la monotonía
y entonces estrellas, planetas, constelaciones,
osas mayores y menores, música, canciones,
Mitos, duendes y tesoros, paisajes,
amaneceres, atardeceres, montañas, aguas y cascadas,
Dalai Lama y el Tíbet, Mahoma y la Meca,
lo finito y lo infinito, América y el Ché,
Jesucristo y Jerusalén
todo me sabe a nada y no me dice nada más.