Por: Humberto Rivas
De repente me levanté sin sol
y me acosté sin estrellas;
se quedó mi playa sin agua ni arena.
De repente la dulce brisa
olvidó sus caricias
y se quedó dormida con
un verano cualquiera.
También se quedó sin cuerdas
mi guitarra y sin espectadores
mi canción.
Pero no importa, seguí cantando.
Pero no importa, así sin sol me levanté
y me acostaba sin estrellas.
Así seguía bajando a mi playa
y me daba baños de ausencias.
De repente me despedí
de las penas y me fui volando
en un velero de esperanza.
Entonces nada me importó
ni lluvias, ni sequías,
ni heroísmos, ni cobardías
ni las noches ni los días.
Un día me quedé abrazando al aire
y hablando con el silencio;
me encontré atravesando en soledad
un ancho río turbulento.
Pero aun así seguí amando,
aun así seguí con las sombras
conversando. Y llegué solo
a la otra orilla y llegué sólo
agarrado a una promesa.
Allí para nada me importó
la tristeza de la noche
o la soledad del medio día.
Pues había llegado a comprender
las profundas cavernas
que surca el corazón
en la trayectoria del amor.
1 comentario:
Por que buscar a fuera lo que conmigo está? Por que desear lo no podemos dar? Por que exigir lo que no podemos construir? Hay que estar plenamente vivo para saber que no estamos solos. Sigue caminando, sigue viviendo, sigue buscando, que la vida puede más…
Publicar un comentario