Por: Jacinto Sención
Interrumpido por el afanoso deseo de saber quién era, de dónde venía y hacia dónde iba, emprendí el nublado camino hacia el horizonte que no encontré. Caminé por senderos oscuros, animado por la esperanza de dar respuesta a una interrogante mía y del común de los mortales de saber sobre el destino. Único y solitario amigo de la desesperación.
En el principio de este caminar, la ignorancia dominaba mis pasos. Sentía la vida lo más natural, sin saber cosa alguna de la mentira, sin estar solo, ni saber de amor. Estaba arropado de la inocencia, que hacia de mí un indefenso de la razón.
El camino era largo y aún más sino se sabe hacia donde ir. Todo daba igual, no había porvenir, ni era necesario, pero sí difícil de ser comprendido por la oscuridad de mi concurrir. Y el horizonte cada vez más lejano, no parecía existir, pero se buscaba. Sentía la necesidad de viajar, pero no tenía alas. Todo terminaba en el intento, no sabia volar.
Guiado por las dudas y acompañado por el miedo, caminaba sumergido en el cielo profundo hacia lo desconocido que no encontré. Seguía ahí en el mismo punto de partida, alejado del tiempo, sobre un espacio inagotable. Sólo Sísifo podía entender lo que sentía, pero él no existía, ya está en mí, y no era yo, era el horizonte que no venía; más bien se alejaba aun más, llegando a pensar que era un invento y nada más. Pero de una cosa estaba seguro, que la confusión estuvo presente en todo momento, llegando a ser mi única compañera en la soledad infinita, mortificadora, que no me permitía alejarme de ella por un segundo. Sólo hacía de mí un fantasma de mi propio ser. El miedo hacía su entrada triunfal, tomando el control, y la desesperación le daba la bienvenida.
Ya no ignoro la existencia, ni recuerdo el olvido de lo que no existió, pero sé que existo con mis dudas, que siempre han estado y estarán, que las hago mías hasta el final. Un final que no acaba de empezar.
Es el horizonte, lejano, distante, perdido, que sólo él se toca, que sólo él se encuentra, que sólo él existe lo mismo que yo, sin lograr unirnos por siempre jamás. Sólo las dudas salen a mi encuentro, inspiradoras de mi caminar. Donde estoy ahora se lo debo a ellas, y con ellas siempre, caminando juntos hasta el final.
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