Por: María Ovalles
-Hola.
-¿Clara?
-¿Quién es?
-¿Dónde estás?
(Ella con voz de asombro).
-¿José?
-Si, soy yo.
(Ella con voz quebrada)
-Ay, José.
-¿Dónde estás?
-No puedo decirte.
-¿Cómo que no puedes decirme?
-Créeme, no puedo decirte.
-Me estás asustando Clara. Además tus cosas han desaparecido, alguien se las ha robado.
-Nadie se las ha robado José.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque las tengo yo.
-Pero, ¿qué ha pasado?
-Que te abandoné, ¿qué más podía haber pasado?
-¿Por qué? ¿Qué hice?
-No has hecho nada. Soy yo. Debía irme. Ya no soportaba el miedo.
-¿El miedo a qué?
-A que me abandonaras.
-¿Te fuiste porque tenías miedo de que te abandonara?
-No sabes lo que es vivir con la incertidumbre de si volverías a casa, con la certeza de que un día despertaría y ya no estarías a mi lado.
-Clara, pero te has llevado todo. Te llevaste hasta el efectivo que tenía en la casa.
-Es que tenía que echarle gasolina al auto.
-¿Tenías que echarle 700 dólares de gasolina al auto?
-Es que me voy a México.
-¿A México?
-Si, a México.
-No entiendo nada.
-Es mejor así. No hay nada que entender. Perdona, no era mi intención hacerte daño... ¿Qué fue ese ruido mi amor?
-He derramado sin querer la taza de café, con la noticia que me acabas de dar hasta las fuerzas he perdido... Espera un momento, voy a buscar el mapo.
-No lo busques José, también me he traído el mapo.
-¿Te has llevado el mapo?
-Y también el Windex y el Clorox y las toallitas desinfectantes. ¿Con qué piensas que voy a limpiar los moteles donde voy a dormir mientras viajo a México? Ya sabes que no puedo dormir en ningún sitio que no haya limpiado yo.
-Pero Clara, ¿por qué no me dijiste que querías abandonarme? ¿Por qué irte así?
-Es que lo decidí esta mañana.
-¿Esta mañana?
(Ella empieza a llorar)
-No llores mi amor, junto le buscaremos una solución a todo esto.
-Ay José, José, tenía tanto miedo.
-¿Pero miedo de qué, mujer?
-Ya te lo he dicho, de que me abandonaras, de que te fueras con otra, de que me pusieras los cuernos, de todo José, tenía miedo de todo.
-¿Y por eso te has largado cargando hasta con el gato?
-¿Teníamos un gato?
-Es una forma de hablar mujer. Claro que no teníamos ningún gato. Pero escúchame, yo nunca he tenido intenciones de abandonarte.
(Ella con voz de asombro)
-¿No?
-No. Si hasta aparté en la tienda la televisión que tanto querías.
-¿En serio hiciste eso mi amor?
-Por ti eso y más. Pero no he podido traerla hoy a casa porque no encontré mi tarjeta de crédito. Creo que la olvidé en el banco.
-¿José?
-¿Si?
-La tengo yo.
-Dios, mujer, ¿también te llevaste mi tarjeta de crédito?
-Ya te dije que tenía miedo.
-¿Y qué tiene que ver el miedo con la tarjeta de crédito?
-Tenía miedo de quedarme sin dinero y verme en una situación difícil, ya sabes, de esas que ponen a una contra la espada y la pared.
-A ver, ¿cómo cuál?
-Como tener que llamar a mamá para pedirle dinero. Si eso pasara entonces también tendría que contarle todo y ella terminaría diciéndome que siempre me lo dijo.
-¿Que te dijo qué?
-Que tú me abandonarías, que eres un desconsiderado, que nunca supiste como tratarme. Y yo no aguantaría escuchar a mamá hablando mal de ti, se me partiría el alma si me viera en esa situación.
(El en tono irónico).
-Hummm, ya entiendo.
-Ay José, no pienses mal de mí. No sabes como sufro. No me eches la culpa por favor, sabes que siempre he vivido con el trauma del abandono de mi padre.
-No te estoy echando la culpa mi amor. Sólo te estoy pidiendo que regreses. Además no metas a tu pobre padre en esto. Hace apenas cinco años que se divorció de tu madre. Y tú ni siquiera vivías con ellos cuando eso pasó.
-Pero igual me dolió. ¿Qué, crees que soy una desarmada sin sentimientos a la que no le afectan los problemas de sus padres?
-No he dicho eso, mi amor. Vamos, regresa a casa, ya te dije que yo no tengo ninguna intención de abandonarte.
-Pero si regreso, ¿quién va a poner todas mis cosas en su lugar?
-Eso es lo de menos. Si no lo quieres hacer tú ya buscaremos a alguien que lo haga, no te preocupes mi amor.
-¿Y dejar que otra persona toque mis cosas? Jamás. ¿Ves? Esto no tiene solución. Creo que es mejor que siga mi viaje a México.
-¿Clara?
-¿Si?
-Te has olvidado el GPS.
(Ella llorando aún más fuerte)
-Ay José, ¿y ahora cómo llego a México?
-¿Por qué no regresas a casa y con calma hablamos sobre esto? ¿Si?
-Está bien. Pero ven a buscarme.
-No puedo.
-¿Cómo que no puedes?
-Es que se te olvidó que también te llevaste el auto?
-Upps. Ok. Pero antes de llegar a casa pasaré por el Dunkin', ya sabes que cuando me deprimo necesito algo dulce. ¿Te llevo algo mi amor?
-No, creo que por hoy ya he tenido suficiente.
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