miércoles, 14 de enero de 2009

Cosas de mi madre

Por: Rafael Álvarez de los Santos

Siempre he dicho que una de las mujeres que más admiro en mi vida es mi madre ¿por qué? No es tan sencillo explicarlo, pero por lo menos diré algo.

Somos trece (13) hermanos/as de padre y madre. Mi padre murió en 1985 dejando a mi madre con toda esa retajila de gente. Eso nos cambió la vida por completo a todos y todas.

Por ejemplo, en mi caso particular, tuve que empezar a trabajar desde muy temprano teniendo a penas la edad de diez años, para ese tiempo no sabía nada sobre los derechos de la niñez ni del trabajo infantil.

Bueno, la cuestión es que mi madre ha sido ejemplo de admiración porque sacar adelante una familia con once hijos/as (ya se habían casado dos al momento de fallecer mi padre) es digno de admirar.

Y lo es porque puedo decir que hoy en día somos hombres y mujeres de bien en la sociedad y muy luchadores/as y trabajadores/as.

Pero en realidad no es tanto de eso que quiero hablarles, sino de otra cosa; pues para hablar de mi madre se necesitaría mucho espacio. Lo que me interesa en este escrito es contarles la sabiduría tan grande y la habilidad que ella tiene para corregir tan solo con una máxima o refrán. Citaré algunos solamente.

Cuando alguno/a de nosotros/as se negaba a ir al colmado o hacer algún mandado al que ella nos enviaba casi siempre decía “mis hijos son candil de la calle y oscuridad de su casa”.

Lo decía para ilustrar que nosotros/as estábamos más prestos a hacer algún oficio o mandado donde los/as vecinos/as que en nuestra propia casa. Ahora bien, aquí delato el interés materialista que normalmente nos acompaña. En términos monetarios el hacerle un mandado al vecino o a la vecina, nos traía una recompensa que posiblemente en nuestra casa nunca sucediera por la precariedad en que vivíamos.

Casi siempre los vecinos le mojaban la mano a uno con algún centavo por el favor, mientras que en la casa había que hacerlo de gratis.

Pero era una manera de corregir sin necesitar muchas palabras pues a mí, personalmente, me hacía sentir mal cada vez que la escuchaba decir eso y era yo quien casi terminaba haciendo al recado.

Otro de los refranes me lo dijo un día que me llamó para ver cómo había quedado mi casa después de unas enormes lluvias. Mi madre sabía que la casa donde vivía tenía filtraciones y que era una situación muy incómoda para mí cada vez que llovía.

Cuando me llamó por teléfono y me preguntó ¿y cómo estás, cómo ha quedado la casa? Le contesté “tengo todo encaramao porque esta vez la casa se me inundó de una manera terrible, y en ese momento me disparó el refrán que hasta me hizo reír “Bueno esto si es duro y los dientes en casa”.

Aparte de reírme analicé ese refrán porque nunca lo había escuchado. Inclusive hasta visualicé la imagen en mi cabeza, una persona tratando de masticar algo muy duro y sin dientes.

Después que terminé la conversación con ella hice una reflexión de este refrán. Definitivamente vivimos en un país donde cada día la situación económica se pone más difícil, o sea, dicho en buen dominicano “la cosa está dura”.

El gran problema con esta situación es que muy pocos realmente tienen buenos dientes para poder masticarla. Quienes hemos dejado los dientes en casa o no tenemos ni siquiera para dejarlos, mucho menos para cargarlos es todavía más difícil.

La mayoría de nuestras gentes pobres no es que no tengan dientes, sino que es tan poco lo que encuentran para masticar que ya están casi en desuso y si lo que encuentran, y para colmo está duro, pues ya podrán imaginarse la escena.

Otro refrán que quiero citar es que en una ocasión que me llamó y le dije que había tomado la decisión de mudarme, pues el dueño de la casa donde vivía me dijo que el problema de la filtración no tenía solución.

Cuando le comenté esto me dijo “bueno lo único es que usted había hecho buena relación con sus vecinos y que cualquier cosa ellos estaban ahí para ayudarle”.

Ante esta preocupación le contesté que lo importante es que uno haga buena relación en cualquier lugar que se mude y que nosotros teníamos esa facilidad y entonces aquí vino el refrán “es verdad, el que llega es el que busca porque el que está ya tiene”.

Cada vez que mi madre me habla me pone a pensar y es difícil para mí desligar sus palabras sencillas de la situación del país. Cada cuatro años asistimos a un carnaval electoral en nuestro país.

Somos testigos/as de la lucha entre los que están y los que quieren llegar. Para los que están es difícil irse porque ya tienen y quieren más, y para los que quieren llegar no se resignan a la idea de seguir sin tener.

Decididamente cada cuatro años se reparten el erario del país, cada cuatro años vemos la lucha irreverente, utilizando hasta los más bajos recursos para seguir o para llegar.

Cada cuatro años nos presentan su cara linda y bondadosa y hasta no sé cómo lo hacen, pero aparecen en unos afiches con una sonrisa que a veces parece hasta sincera.

En esa lucha feroz los que están harán hasta lo imposible para quedarse y no sólo eso, cuando los que quieren llegar ven disminuidas casi al máximo sus posibilidades recurren a las alianzas y los pactos estratégicos y entonces la cosa se pone peor para el país, aunque mejor para los que están.

Se pone mejor para los que están porque las alianzas aumentan en grados superlativos las posibilidades de quedarse, aunque después les saquen los pies a las personas con quienes hicieron las alianzas.

Se pone peor para el país porque las alianzas suponen que habrá mucho más personas “para equivocarse conscientemente a favor de sí mismos/as” entre los que están y los que lleguen.

En definitiva la sabiduría sencilla de mi madre, sin haber pasado de un quinto curso (creo yo) nos pone a reflexionar y a pensar en cosas serias que ameritan reflexión por parte nuestra.

Seguiré citando a mi madre de por vida no sólo porque ella me permite ver más allá, sino por ser la mujer que más me ha enseñado y que más admiro.

3 comentarios:

Franklin P dijo...

Mi hermano, creo que a la doña sólo la he visto una o dos veces y sin mucho tiempo. Pero no pierdo la esperanza de sentarme a tomarme un café en su casa y aprender más de ella en un rato de conversación, que en muchas conferencias excatedrísimas a las que he asistido.

Mis saludos a su madre.

Marie dijo...

Hola Rafael

Me ha gustado mucho, muy refrescante.

Joaco dijo...

Cuando hablamos de sabiduría popular tenemos que referirnos siempre a experiencias, que de la vida sacan las gentes sencillas, que aunque no son muy conversadoras, tienen la palabra o respuesta indicada para cada situación. Por eso escuchamos “de cuando en vez”, que le experiencia no se improvisa. Tu madre Rafael, es de estas personas que ven y sienten más ella de lo que nosotros podemos llegar. Si nos llevamos de ellos, veríamos la vida con mayor sentido. Esto me recuerda a mi padre, que siempre tiene un consejo a punta de labios para decirme. Espero conocer a la Doña, y en el intervalo del café, disfrutar de esas experiencias.