sábado, 6 de febrero de 2010

Confesión de una decepción

Por: Rafael Álvarez de los Santos

La década de los 80tas fue la época del boom de las vedettes; aquellas mujeres que solían presentarse en la televisión con muy pocas ropas, o ropas que sólo se usaban en la intimidad, acompañadas de unos movimientos pélvicos, lo más parecido a la realidad del erotismo, por no decir otra cosa.

Cuando las veía en la televisión no les miento que se me hacía la boca agua y me preguntaba hasta qué punto era cierto que estas mujeres bailaban semidesnuda. Se podrán imaginar lo que implicaba eso para un tipo de un campo de Cevicos que nunca había ido a una playa, no había visto una mujer en bikinis y que el único placer que conocía era el de mis manos.

Mis ojos se abrieron como dos bombillos cuando en el programa de las fiestas patronales de 1988 leí que se presentaría, en un club del pueblo, Francis Santini, una de las pocas vedettes que llamaba mi atención.
Froté mis manos y dejé viajar, por un momento, mi imaginación hasta donde el morbo alcanzara. Como era menor de edad sabía que no me dejarían entrar a la presentación de la felicidad de mis sueños y desde mucho antes comencé a maquinar el plan para colarme en la fiesta.

No podía salirme mejor todo; como en el club no había camerino la llevaron, para que se preparada, a casa de un amigo muy cercano que sabiendo mi interés me llamó de inmediato. No podía creer cuando me dijo “loco la tipa ta’en mi casa. Sal pacá pa’ presentártela”. Salí en bola’e humo y llegué a esa casa, que quedaba a una distancia de un kilómetro y medio, en cuestión de tres minutos.

De camino iba maquinando lo que le diría, pero también pensaba qué pasaría cuando la viera de cerca pues me imaginaba encontrarla como yo quería que estuviera.
Apenas llegué a la casa, incluso sudoroso, mi amigo me recibió en la puerta conduciéndome de inmediato a la habitación donde se encontraba la susodicha. Con la misma velocidad con que llegué a la casa, con esa misma velocidad comenzó mi primera, pero no única, decepción: la tipa estaba sentada en una cama con un traje blanco por cierto bastante largo.

Me presenté ante ella como el presidente de un fans club masculino que recién pude crear en el trayecto a la casa de mi amigo. La idea del fans club buscaba que me dejaran entrar gratis a la presentación. Precisamente ésta fue mi segunda decepción, porque cuando dije eso en la puerta, la respuesta de un tipo negro, alto y con la cabeza raspada por completo, fue la siguiente “Si no desapareces en dos segundos de mi vista el fans club lo vas a formar en la puerta del cielo”. Ante tal cortesía no me quedó otra alternativa que salir como el perro arrepentido.

No conforme con esto decidí buscar una manera de cómo entrar y en eso se acercó uno de los organizadores y me dijo “tíguere no te vayas que en el menor descuido te meto por la puerta de atrás”. Permanecí hasta mediado las 10:30 de la noche, hora en que casi se iniciaba el show y en la que el amigo pudo cumplir su promesa.

Ya en el lugar, observo que estaba abarrotado de un público mayormente masculino que, como yo, había ido haciendo un cocote fuerte. Llegó la hora, presentaron la artista y el sueño de verla como en la televisión me hizo mantenerme en el lugar a pesar de mi primera y mi segunda decepción. Al salir al escenario trajo consigo mi tercera decepción, pero en esta ocasión me sentí mejor porque hubo un consenso colectivo en cuanto a la misma sensación.

Ahí fue cuando me di cuenta que debajo del famoso traje de baño y poca ropa usaban unas medias color carne que no dejaban ver absolutamente nada. Les confieso que hubiese preferido verla con el traje blanco que tenía cuando la saludé. No faltaron quienes comenzaron a vociferar “pero y este engaño” “no quedamos que la tipa bailaba encuera”. En cuestión de 15 minutos el lugar estaba vacío. La actuación que estaba pautada para durar hora y media no pasó de 45 minutos. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en cada esquina del pueblo, en los parques, las oficinas…

Estábamos algunos amigos conversando sobre el fiasco cuando se acercó un miembro del comité pro-fiestas patronales a quien no tardamos en expresar nuestra queja. Su primera expresión, dirigiéndose a mí fue “yo no sé qué hacías tú en ese lugar siendo menor de edad” y refiriéndose a mis amigos sus palabras fueron “nosotros cumplimos con invitarla, desnudarla le correspondía a ustedes”.

Se pusieron la mano en la cabeza al momento que expresaban “Por qué no nos lo dijeron antessssss”.

1 comentario:

Joaco dijo...

Loco, eso me recuerda la decepción que me lleve cuando vi por primera vez la lucha libre envido, …. Ya de eso halaremos luego. Pero me hiciste reír y recordar esos tiempos, y más lo de “la mu latona”, que ahora solo parece más a una mula sin las tetonas….