domingo, 27 de febrero de 2022

Magdalena

Por: Jean Suriel


I. “María ha elegido la mejor parte”, Lc 10, 42

¿QUÉ HACES, Magdalena,
a los pies del nazareno?
La demanda candorosa
de tus pupilas
atizona el deseo revelador
en los labios flamígeros
del transformado Logos.
Sus gestos
denuncian la inclinación
de su naturaleza
y tus gestos, la aceptación infalible
de tu pecho
amasado por la confianza
y la confidencia.
Y tú, Magdalena,
escondes detrás de tus ojos acuosos
el arcano de tu espera.
El azar
exige coherencia
en ambas almas:
una
silente,
escuchante;
la otra, moldeando un interior descompuesto
por las conceptualidades temporales
y espaciales.



II. “María tomó perfume de nardo puro, ungió sus pies y los secó con los cabellos”, Jn 12, 3.

¿Qué haces, Magdalena,
a los pies del nazareno?
¿Acaso el nardo
no era tu afecto, Magdalena?
Afectos puros,
inmarcesibles
como las aguas gélidas
de un mar estable,
aroma desparramada
en la albura
de unas manos castas.
Desdibujada una sonrisa
ocultas, Magdalena, cándida Magdalena,
alguna remembranza
que quiebra el paso de tus facciones;
furtiva,
acaricias los pies del nazareno
con aire de pericia
innocua.
--Recurre, oh Magdalena, a tus cabellos
para desdeñar cualquier maquinación
inicua.



III. “Había allí muchas mujeres, entre ellas María Magdalena”, Mt 27, 55.

¿Qué haces, Magdalena,
a los pies del nazareno?
Pende
la figura desfigurada
de un madero curtido, burdo
y tú, Magdalena, yaces
arropada por la intriga,
la duda, el descreimiento,
a los pies del madero curtido, tosco.
Tu alma destrozada
cuelga
del envés de la morada última
del Logos.
Ya no miras al cielo,
pareces sucumbir
en las inmediaciones luctuosas
de un Calvario inexorable.
La beldad
que trotaba por tu rostro
no está, se ha vestido con los encajes
tétricos de la muerte.
¿Qué secretos brillan
en tus lágrimas agudas?
La hora de nona
te marchita el único hálito
de esperanza y de fe
que podrías soportar
a estas alturas.



IV. “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?...”, Jn 20, 15

¿Por qué lloras, Magdalena,
en la sepultura del nazareno?
Como busca la cierva
corrientes de agua,

tú vienes, Magdalena,
al sepulcro
en la mañana opaca
del día tercero.
Sólo dos veces
he visto tus ojos
fundidos en llanto,
tan cristalinos
en los sucesos turbios.
No queda más pesar
que abandonarse a la vida.
Tu rostro palidece, Magdalena,
tu recuerdo se nubla, Magdalena,
tu presencia se agota, acabada Magdalena.

--No sé más de ti,
no sé si feneciste o si aún vives,
no hay más huellas de ti.
Quisiera
imaginarte en tierra desértica,
cubierta tu cara de un velo negro,
célibe hasta la parusía,
austera con rigor y reciedumbre,
con la esperanza reflejada en tu rostro
y una tablilla en tus manos:
“Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum”.

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