Por: Franklin A. Peralta E.
A mis manos ha llegado el nuevo poemario de Eddy Ulerio, Cuaderno poético. Una poética de limpio
estilo, donde lo que sobraba se quedó en el camino y lo que hasta nosotros
llega es un poeta consumado.
Abre el libro el poema La
vida, el cual grita desde las azoteas: ¡Ahora! Ese ahora del
sabio/filósofo, que al mismo tiempo se maravilla con cada amanecer y con cada
nota del ave en su rama; pero al que nada lo estremece, porque todo está dicho.
El poeta de La vida denuncia lo
cotidiano, el tedio que mata en vida. Denuncia esa rutina que ha perdido la
ruta y nos lleva a ninguna parte. Y anuncia el deseo, que si bien recuerdo,
Dostoevsky llamaba la definición del Hombre.
¿Deseo de qué? De volver. El poeta vuelve a lugares
desvanecidos, Un niño llora detrás de la
puerta… con los ojos cerrados, a conversar con personajes idos y nos lleva
consigo. No hay nada que buscar en el futuro, ese desparpajo de verbos. Bien lo sabía el Quijote, que a los modernos
se les olvidó el ritual para provocar
amaneceres.
Ulerio sabe que la poesía es cohabitar con este silencio, para que se haga eterno
el poema; sin tiempo / sin estación.
Como en todo poeta, abundan en la primavera las mariposas; y
hasta una quimera.
En Beso de bruma,
se aventura a la rima y consigue versos tan logrados como estos: Como espuma / divago en el viento / razón de
pluma / sueño del tiempo.
Cuando parece que va a tomar el toro por los cuernos en el
poema titulado Poeta, Ulerio se niega
a responder el para qué de la poesía. Culebra no se amarra en lazo. Porque la
poesía, nos susurra el poeta, es ese autoengaño que desanda el camino… y todo vuelve a empezar.
Cierra el libro el poema La
casa. Esa casa a la que jura el poeta que no volverá. Pero bien sabe él que
esa casa pintada de rojo, donde las hojas llenan el patio de ruido, esa
casa, Eddy Ulerio, te espera al final del camino.
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