sábado, 4 de enero de 2020

Jardín obligado

Por: Humberto Rivas

Jardín apacible de osamenta
forrado,
visto de reojo desde un vehículo
en marcha
que raudo teje kilómetros
mientras se va tragando el asfalto.

Al lado de la vía
en un campo santo,
florecen entre hierba
desbordada y recortada,
entre claveles y crisantemos,
inermes a las críticas foráneas
e impávidos al vaivén de la materia,
quienes alguna vez también pasaron esquivos
viéndolo lejano, de reojo,
con una maleta de planes futuros
colmada.

El autobús siguió su avance,
dejamos atrás ese terruño,
espacio húmedo,
de larga siesta
bajo la arboleda.

Con mucha prisa
se aleja
como si tuviera
este metal sobre ruedas
conciencia de la muerte.

Nos fuimos alejando
con la incógnita certeza
de saber que sí, pero no cuándo,
cuándo nos veremos,
o más bien serán vistos también nuestros despojos
entre madreselvas,
jazmines y camelias,
en el jardín obligado,
con una lápida recordatoria,
una cruz, quizás una foto,
y un epitafio
que a veces dice cosas ficticias aunque hermosas.
Ojalá el nuestro sea esto último
y que todo
sea cierto.

No hay comentarios: