domingo, 29 de abril de 2018

Los núcleos de mis sintagmas

Por: Humberto Rivas

De la totalidad de la gramática
un solo verbo me basta para darle sentido a mis enunciados.
Un verbo en infinitivo que tiene sentido completo en sí mismo
sin importar la persona, el tiempo, el número, el modo o el aspecto.
Es siempre indicativo porque pertenece siempre a la realidad,
es siempre subjuntivo pues siempre es eterno anhelo del que busca,
es siempre un eterno presente si bien se conjugue
en pasado o en futuro.

Palabra gastada que rueda de boca en boca
como botella de alcohol entre borrachos,
y a la vez vislumbrada lejana como la muerte
y tan desconocida como el idioma marciano.
Es concepto atascado en la garganta y que luego se esfuma
como bocanada de humo de tabaco.
A pesar de que en los labios no sea más que una palabra,
cuando cala en las entrañas
crea una revolución de paradigmas
en las más recónditas fibras del sistema solar
y todo lo cambia
y todo lo remueve
y todo lo derrumba
y todo lo levanta
y todo lo sana
y todo lo renueva.

El verbo más conocido y universal,
del que más se escribe, como yo ahora,
del que más se canta,
y del que en cuyo nombre
más se promete y se regala.
Estas cuatro letras, no obstante, sólo son
mendrugos de pan que caen de la mesa del alfabeto.
Ese verbo es amar.
Ya lo sabían, ¿verdad?
Y su sustantivo se ha transformado en mí,
como resultado de la revolución, en el núcleo
de todas mis oraciones.
Ojalá que algún día
también en el núcleo de mi vida.

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