lunes, 1 de julio de 2019

Uno

Por: Jacinto Sención Mateo

El sol en mitad del cielo parecía detenido. Los jornaleros acampaban de bajo de un guayacán, para abrocharse lo que se suponía debía ser un "locrio" de arenque con aguacate. Sus manos lucían maltratadas y llenas de callos, fruto de la delicadeza que exigía el cultivo de tabaco. Para esa época gran parte de la comunidad de Pandie se encontraba en plena cosecha, lo que auguraba cierto dinamismo para la economía del lugar. Pero mientras tanto, las precariedades se paseaban de bohío en bohío sin distinción de personas.

Cada lunes se aglomeraba la gente en el puesto de INESPRE en espera del camión que llevaba varias semanas sin asomarse por la zona. A medida que avanzaba el día, la gente, en su mayoría mujeres, se fueron dispersando. Una espera más sin resultado, mientras los fogones seguían apagados y los calderos encargados a la suerte de mejores amaneceres. El sol se perdía cada vez más, ocultándose por detrás las montañas. Ya era hora de regresar al caserío y los hombres lo tenían claro. Cargaron sus instrumentos de trabajo sobre sus hombros y abriéndose paso por el camino polvoriento, se dirigieron uno por uno a sus humildes viviendas; con la sola esperanza de que la cosecha de tabaco les traería mejores oportunidades.

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