domingo, 28 de enero de 2018

Palabras malditas

Por: Humberto Rivas

Una daga errante
envenenada salió de tus labios
y se hincó en mi pecho abierto
una tarde manchada ya desde temprano
de un sabor amargo de premonición
uno de esos días en que deseas
refugiarte en una choza perdida
en medio de un desierto en llamas.

Y en un minuto preciso de esa tarde
hubo un silencio que retumbó por todo el universo,
o sólo en mis pensamientos;
y se hizo ese minuto pedazos bajo mis zapatos
y me quedé fuera del tiempo, cuando me dijiste aquella oración
que reventó como granada dejando esquirlas por todo mi cuerpo,
que sonó como grito fúnebre de mi propio entierro.

Lo peor es que el mundo siguió su ritmo
al día siguiente como si nada hubiera pasado.
Incluso las aves en el parque seguían sobre mi cabeza
su trino rutinario como si mi vida fuera la misma todavía.

Pero para mí todo cambió
cuando me dijiste sobre las cenizas de la tarde herida
las palabras de mujer más crueles
que jamás se hayan pronunciado,
palabras que aunque a veces saben dulces
para mí fueron palabras malditas:

yo sólo quiero ser tu amiga.

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