lunes, 18 de noviembre de 2013

Apología de mujer chismosa


Por: Rafael Alvarez de los Santos

El chisme como práctica ha sido satanizado por quienes osan decir que no apelan a dicho recurso para saber la vida de otras personas.  Hasta nuestros días el arte de darle al pico y la lengua es considerado pecado y atribuido solamente a las mujeres.

Observando un programa de facturación local, en uno de sus segmentos llevaron un grupo de mujeres que, a decir de ellas mismas, se autodefinían como chismosas y afirmaban que no podían vivir sin chismear porque eso se lleva en la sangre.

De entrada, el perfil de las mujeres entrevistadas era de personas empobrecidas,  cuestión que confirmé cuando dijeron las comunidades de procedencia: Capotillo, Gualey, Villa Altagracia y Los Minas. Con esto se reafirma el imaginario de que el chisme sólo es posible en personas, y por demás mujeres, de barrios cuyo único oficio, aparentemente, es “llevar la vida de los demás”.

Al entrevistar la primera panelista se le preguntó ¿qué es una persona chismosa, a lo que ella respondió? “Una persona que no le gusta lo mal hecho y por eso lo saca al aire”.

No pensaba que semejante respuesta sería tan clarificadora para mí y a raíz de la respuesta de esta mujer es que logro entender por qué las mujeres suelen ser menos corruptas que los hombres al momento de administrar fondos que envuelven responsabilidades públicas. El 98% de los escándalos de corrupción son protagonizados por hombres.

Como no les gusta lo mal hecho y prefieren sacarlo al aire acuden con frecuencia a fiscalías a denunciar el maltrato de algunos hombres que  arremetieron contra ellas o contra sus hijos con intenciones viles.
Que no crean los hombres que las mujeres quieren hacernos algún mal cuando son capaces de denunciar que no estamos siendo responsables con mantener el hijo que hemos procreado con ellas, lo que pasa es que, movidas por ese ímpetu humano de no gustarle lo mal hecho y de sacarlo al aire, prefieren decirlo aunque muchas veces no les hagan el caso que amerita la situación.

Ese morbo intrínseco de sacar todo al aire es lo que hace de la mujer un ser humano más libre, capaz de llorar sus penas y disfrutar las alegrías y hasta los chistes sin gracia de alguna amiga que la ha llamado para sacar sus asuntos al aire.

Es más, me atrevo a pensar que la razón por la que decidieron ir al programa es, precisamente, porque no le gusta lo mal hecho, porque de seguro no estaban de acuerdo con que se siga acrecentando el imaginario barrial negativo y su sola presencia es una denuncia de programas que aprovechan las condiciones de empobrecimiento de la gente para ofrecerles unos míseros doscientos o trescientos pesos para que asistan a un programa a sacar sus cosas al aire, con una imagen que denuncia sus condiciones, que contrasta con el progreso que tanto se exhibe, que pone en entredicho el crecimiento económico. Su voz es una denuncia de la inequidad, pues sólo había que contrastar su imagen con la imagen de quien les entrevistaba ¿Me di a entender?

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