domingo, 7 de noviembre de 2010

Coma aquí y pique en su casa

Por: Rafael Alvarez de los Santos

Las personas de nuestros campos son muy expresivas, simpáticas, sinceras y diría que hasta ingenuas en muchas ocasiones.

Siempre he dicho que cada cierto tiempo hay que darse la vuelta por algún campo para no sentir que todo está perdido, para liberarnos un poco de las tensiones de la ciudad, y para reavivar el ánimo.

La historia que les contaré no me sucedió a mí como la mayoría de las historias que relato en estos escritos, sino que le pasó a una vecina mía. Una señora muy mayor, pero muy querida en nuestro campo. Omitiré el nombre de la señora por respeto a sus restos (pues ya falleció) y a sus familiares.

La hora del almuerzo siempre ha sido sagrada en los campos, tan así que hasta cerraban la puerta delantera de la casa y los negocios cerraban al mediodía y volvían a abrir a las dos de la tarde.

Esta señora se encontraba a punto de comenzar a almorzar cuando llegó un señor de imprevisto. Normalmente en los campos se suele cocinar más de lo normal por si llega alguien, pero en el caso de esta señora parece que no fue así.

En cuanto saludó el señor, la señora le dice “A buen tiempo” y él responde con la consabida expresión “Buen provecho”. En ese mismo instante se generó una conversación en torno a la comida:

Señora: Pero venga para que coma.

Señor: No gracias ya yo comí.

Señora: Pero cómase aunque sea un poco. No me haga el desplante.

Señor: Bueno, ya que tanto insiste voy a “picar” un poquito, porque ya yo comí. Es sólo por no hacerle el desaire.

Resulta que el señor se sentó, tomó el plato y como quien no quiere la cosa se comió toda la comida dejando a la doña sin comer.

Al ver la señora semejante acción, no le quedó otra alternativa que decirle a una nieta que tenía en la casa: “Nani, hazme el favor de ponerme un plátano a hervir”, mientras se dirigía al “invitado” diciéndole: “Y para la próxima coma aquí y pique en su casa”.

3 comentarios:

Franklin P dijo...

Querido Rafael, esta historia tuya me recuerda otra que aún se cuenta en Platanal.

Por allá por los años sesenta (cuando se pasaba hambre de verdad), todo un personaje apodado Judío llegó a la casa de mis abuelos justo a la hora de la comida. Mi tía Migdalia le sacó un poco de comida (seguro de algún otro plato) y le dijo a Judío: “venga para que se coma este poquito de comida”, y Judío, privando en modesto, le dio las gracias y le dijo que no, que él no quería. En eso, tía Migdalia da media vuelta y se va para la cocina y entonces dice Judío: “Venga, venga, tráigala. Carajo, pero aquí no insisten”.

Rafael Alvarez dijo...

jajajaa esa historia está bien buena. Hay muchas historias de esta naturaleza, pero a esta señora le pasó por pasarse de contenta. Cuando su nieta me hizo la historia le dije "Está bueno que le haya pasado, pa'que insistió tanto".

Franklin P dijo...

Bueno compadre, de estas sí que hay muchas historias. Para muestra un botón:

Baja y tapa la olla
baja y tapa.

Tú tienes la culpa mulata
por no darme mi chaucha temprano.