Por: Humberto Rivas
Mundanos, hay que ser más mundanos.
Basta de santidades fabricadas a mano y a barniz,
basta de las misticidades que calculan los movimientos
del cuerpo y el tipo de bebida en la copa.
Jesús fue muy mundano
y lo sigue siendo aún hoy;
rompió las paradigmáticas tablas, no las de la ley,
sino de la típica santidad de protocolo.
Y se fue a comer y a beber con todos.
¡Qué vida tan infeliz la de esos santos
que viven al asecho para condenar a un pecador!
- Gracias Señor – decía una vez un fulano –
porque no soy como el de al lado.
Todavía hoy muchos santos rezan con fidelidad
esta oración a la puerta de algún vecino.
El mundano, en cambio, oraba así:
No me dejes caer en la tentación,
en la tentación de la santidad.
Rompe esta caja de cristal y
que se esparza mi incienso junto
con el humo de la ciudad, porque
no sólo de velas de altar vive el hombre,
sino también de abrazos y tragos con amigos
en algún bar.
Que nos libre Dios del viejo dualismo de lo
Profano y lo divino que pervive aún hoy
¡Cuántos santos han alejado
a la gente de la santidad!
La verdadera santidad está
en la buena mundanidad.
Yo, de mi parte, quiero vivir con los publicanos.
Porque ellos me han enseñado a reír,
a amar, a ser feliz en este mundo,
nuestro mundo,
pues también yo soy parte de él;
o si no, ¿qué soy yo?
Amén.
2 comentarios:
Es muy bello. me ha gustado mucho esta entrada.
Pero a mí líbrame señor,
De la ignorancia,
De la manipulación,
Que de ti hoy se hace,
Sin ver lo visible que hay en ti.
Amen.
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