Por: Leonardo Nin
Del infinito a su falta
pendula la hebra por la que sube
la irrefutable dicha de tenerla cerca.
El último aliento atolondrado de su cuerpo
hace una maraña de tórtolas y golondrinas
esculpiendo círculos en el reposo de su respiro.
“Todo pasa y todo queda”
el tiempo colgado de su ombligo
se derrite gota a gota en su caverna,
en sus poros nace un río.
Yo nado, ella baila.
Lo negro del fondo me esconde;
el blanco de su vestido
la diverge: piel y suspenso.
El blanco de sus ojos la transpone,
aferrada al penúltimo hueso
de mi esqueleto de brea
derretido en los linderos de su cintura.
Eso somos en blancoynegro:
unísono monocromo del sentimiento,
bicromía tenue
para los ojos y el espanto.
(Tomado del libro: Espacio pagado. 2018)