Por: Sandy R. Genao Cruz
Escucho las voces que desde la caverna claman para que continúe el espectáculo de las sombras que les entretienen y que dan por realidad.
Escucho los alaridos de aquellos que decidieron tenderse en el camino a clamar misericordia y no hacer nada más.
Escucho los susurros resignados de los que han aprendido a conformarse con la penumbra, temerosos de la luz que podría cegar sus ojos acostumbrados hace tiempo a la oscuridad, esos que prefieren la comodidad del engaño antes que el riesgo de la verdad.
Veo las manos extendidas de aquellos que, con cada nuevo amanecer, esperan el milagro que nunca llega, y en su espera languidecen, como si la esperanza fuera suficiente.
Los que se han detenido en el camino, incapaces de alzar la vista y comprobar que la salida está más cerca de lo que imaginan, pero que requiere esfuerzo, requiere un paso hacia la vida.
Y al fondo, en la caverna, el espectáculo sigue su rumbo. Las sombras danzan y se deforman sobre la pared, proyectadas por quienes dominan el fuego. Estos pocos que se ocultan tras las llamas, moldeando las ilusiones a su antojo, sabiendo que quienes miran sólo ven lo que han aprendido a ver sus ojos.
Y entre esos murmullos y gritos, resuena una voz diferente, una voz que cuestiona, que interpela, que incomoda, que insiste en que hay algo más allá del eco de esas sombras.
Una voz que llama a despertar, a levantarse del polvo del camino, a volver la espalda a las paredes de las sombras que atrapan, a enfrentar la claridad de la salida, aunque duela, aunque moleste, o aunque nos cueste la vida.
¿Quién se atreverá a salir de la caverna? ¿Quién se atreverá a mirar más allá del teatro de luces y sombras? ¿A buscar la verdad, aunque sea dura, a desafiar la oscuridad encendiendo una luz y presentar la realidad transparente y desnuda?
Naiboa Literaria ____________________
Un espacio para declamar la vida y desplegar el corazón
lunes, 18 de noviembre de 2024
lunes, 28 de octubre de 2024
Para vivir
Por: Eddy Ulerio
En ocasiones como un extranjero que no conoce la cultura
he dejado los convencionalismos colgados en un clavo.
En mi libertad construida
he bordeado la tristeza
la soledad y la felicidad,
reductos ineludibles de toda búsqueda.
La rutina la aleja de los excesos
del sinsentido
de la vorágine del tedio
que todo lo trastoca
no hay que sortear nada
simplemente vivir a plenitud.
En ocasiones como un extranjero que no conoce la cultura
he dejado los convencionalismos colgados en un clavo.
En mi libertad construida
he bordeado la tristeza
la soledad y la felicidad,
reductos ineludibles de toda búsqueda.
La rutina la aleja de los excesos
del sinsentido
de la vorágine del tedio
que todo lo trastoca
no hay que sortear nada
simplemente vivir a plenitud.
lunes, 7 de octubre de 2024
SOS en un mundo que hace aguas
Por: Humberto Rivas
Estoy atrapado en medio del océano
en un barco de vela,
sin vela, sin timón, sin remo, sin botes salvavidas,
con sólo media botella de agua dulce que bebo
sorbo a sorbo en milimétrica medida.
Un pedazo de pan viejo y duro,
una bodega cargada de miedo e impotencia
y del agua salada que se cuela, atrevida,
por unas grietas que, como analogía de caóticos destinos,
profetizan un naufragio inminente.
Arriba en la cubierta miro adelante la línea del horizonte.
A estribor y a babor,
busco islas con la mirada que me salven de la muerte.
Abajo, el agua del mar va subiendo por la escotilla de proa,
arriba, en la cubierta, me voy tomando la última gota serenamente,
abandonado en los brazos del Creador, me quedan dos opciones:
morir con el rostro sereno o esperar un milagro en el último momento.
Mi mente se aclara y mi ánimo se sosiega,
elijo seguir esperando.
Estoy atrapado en medio del océano
en un barco de vela,
sin vela, sin timón, sin remo, sin botes salvavidas,
con sólo media botella de agua dulce que bebo
sorbo a sorbo en milimétrica medida.
Un pedazo de pan viejo y duro,
una bodega cargada de miedo e impotencia
y del agua salada que se cuela, atrevida,
por unas grietas que, como analogía de caóticos destinos,
profetizan un naufragio inminente.
Arriba en la cubierta miro adelante la línea del horizonte.
A estribor y a babor,
busco islas con la mirada que me salven de la muerte.
Abajo, el agua del mar va subiendo por la escotilla de proa,
arriba, en la cubierta, me voy tomando la última gota serenamente,
abandonado en los brazos del Creador, me quedan dos opciones:
morir con el rostro sereno o esperar un milagro en el último momento.
Mi mente se aclara y mi ánimo se sosiega,
elijo seguir esperando.
viernes, 13 de septiembre de 2024
Voces en el silencio II
Por: Jacinto Sención Mateo
Siguen cayendo lágrimas entre las espinas
al caer se confunden con la tierra herida
donde el polvo cobra vida y la muerte se mantiene fértil
rondan como fantasmas en las noches frías.
Mientras la ciudad duerme,
las calles están a la espera del nuevo día
sabiendo que no hay otra oportunidad
para que las aves puedan alzar el vuelo por última vez.
al caer se confunden con la tierra herida
donde el polvo cobra vida y la muerte se mantiene fértil
rondan como fantasmas en las noches frías.
Mientras la ciudad duerme,
las calles están a la espera del nuevo día
sabiendo que no hay otra oportunidad
para que las aves puedan alzar el vuelo por última vez.
viernes, 2 de agosto de 2024
La obra del fuego
Por: Franklin A. Peralta E.
Abrazado a un pan que no alimenta
le prendo fuego a la casa conmigo adentro.
Hacia atrás corre el tiempo en el espejo
cuando va a salir el sol, se desploma el techo.
Camino cuesta abajo en pasadizo al cielo
no se pueden quemar las puertas del infierno.
Entonces llega tu mensaje por correo.
Recibiste mis señales de humo
y vienes a mi encuentro.
Aquí te espero.
Ojalá no tardes,
porque a las cenizas
se las lleva el viento.
Abrazado a un pan que no alimenta
le prendo fuego a la casa conmigo adentro.
Hacia atrás corre el tiempo en el espejo
cuando va a salir el sol, se desploma el techo.
Camino cuesta abajo en pasadizo al cielo
no se pueden quemar las puertas del infierno.
Entonces llega tu mensaje por correo.
Recibiste mis señales de humo
y vienes a mi encuentro.
Aquí te espero.
Ojalá no tardes,
porque a las cenizas
se las lleva el viento.
martes, 25 de junio de 2024
Memoria del Viento I
Por: Jean Suriel
LA QUISE con vehemencia. Siempre la quise. Tal vez demasiado para mis posibilidades. Era hermosa, quizá lo sea para la eternidad. La quise con demencia. Pero siempre la quise.
Me derrotó su ausencia. Marchó, muda, por las rutas que ignoro. Caminó por las calles oscuras de otros pueblos. Embarcó hacia un continente desconocido. No sé qué océano navegó. A hurtadillas, marchó. Quedé sumido en la soledad de la vida. Ausencia. Ausencia. Ausencia. Ignoro las latitudes que la esconden.
Siempre pensé en la posibilidad de su retorno. Nunca volvió. Creía verla en cada mujer que sonreía. En la rosa ensangrentada e hiriente. En la luna. En la gaviota. Pregunté a la gente. Detuve el tiempo en mi mente y en mis venas con el fallido intento de regresarla. Esperé en el parque. Esperé en el puente. Y en la catedral. Esperé.
LA QUISE con vehemencia. Siempre la quise. Tal vez demasiado para mis posibilidades. Era hermosa, quizá lo sea para la eternidad. La quise con demencia. Pero siempre la quise.
Me derrotó su ausencia. Marchó, muda, por las rutas que ignoro. Caminó por las calles oscuras de otros pueblos. Embarcó hacia un continente desconocido. No sé qué océano navegó. A hurtadillas, marchó. Quedé sumido en la soledad de la vida. Ausencia. Ausencia. Ausencia. Ignoro las latitudes que la esconden.
Siempre pensé en la posibilidad de su retorno. Nunca volvió. Creía verla en cada mujer que sonreía. En la rosa ensangrentada e hiriente. En la luna. En la gaviota. Pregunté a la gente. Detuve el tiempo en mi mente y en mis venas con el fallido intento de regresarla. Esperé en el parque. Esperé en el puente. Y en la catedral. Esperé.
lunes, 29 de abril de 2024
POLI-, AMBI-
Por: Naomi Mulvihill
Estoy escribiendo un libro con una bendición para cada cosa,
aún el trigo triturado, aún un terremoto.
Cuando lo intento precisar, el silencio me ciega.
Sobre una canción, hay un pájaro en la cerca
que niega decidir. Se mofa de todos—gaviota,
arrendajo, alarma de carro. Hay ese hombre que se lanza
del acantilado en un traje de alas y un topo que caza
las dunas por distantes señales.
Tan rápido como se abre el sendero, la arena colapsa.
Pequeño extraño, multitud alienígena—el único bebé
que hice vino al final
de la duodécima semana. Afuera, las primeras hojas de hierba
salen de las grietas del asfalto.
Debajo de un arbusto, las violetas condensan
en un traslapo de sombras. Sustancia y su ausencia,
canta el pájaro. Bendice el incognoscible. Bendice lo improbable.
Bendice lo ambivalente.
Traducido por la autora. Publicado en Naomi Mulvihill, The Knife Thrower’s Girl, (Washington, D.C.: The Word Works Press, 2023).
Estoy escribiendo un libro con una bendición para cada cosa,
aún el trigo triturado, aún un terremoto.
Cuando lo intento precisar, el silencio me ciega.
Sobre una canción, hay un pájaro en la cerca
que niega decidir. Se mofa de todos—gaviota,
arrendajo, alarma de carro. Hay ese hombre que se lanza
del acantilado en un traje de alas y un topo que caza
las dunas por distantes señales.
Tan rápido como se abre el sendero, la arena colapsa.
Pequeño extraño, multitud alienígena—el único bebé
que hice vino al final
de la duodécima semana. Afuera, las primeras hojas de hierba
salen de las grietas del asfalto.
Debajo de un arbusto, las violetas condensan
en un traslapo de sombras. Sustancia y su ausencia,
canta el pájaro. Bendice el incognoscible. Bendice lo improbable.
Bendice lo ambivalente.
Traducido por la autora. Publicado en Naomi Mulvihill, The Knife Thrower’s Girl, (Washington, D.C.: The Word Works Press, 2023).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)