domingo, 27 de abril de 2025

El gorrión y su canto

Por: Ariel Vargas

Esa mañana, el cielo se tiñó de un gris plomizo, y el alba trajo consigo un sabor amargo, como el recuerdo de una fruta agria. Cuando el reloj apenas marcaba las doce, el gorrión, que antes tejía melodías de sol en el aire, calló. Su cielo, el espacio vibrante de sus trinos cotidianos, se desplomó, cubriendo con un manto ceniza las calles que solían danzar doradas bajo el sol caribeño. La isla entera se siente desolada, huérfana por la partida de tantos hermanos, amigos, hijos, padres. Escuece el corazón la ausencia de su canto, aunque sabemos que su eco resonará en cada melodía venidera. Una apnea colectiva sofoca el llanto de un país que, apenas la noche anterior, desbordaba alegría. Solo resta abrazar este dolor hasta que cicatrice en la memoria, atesorar las sonrisas que nos legaron. Porque, aunque hoy el cielo pese con su tristeza gris, confiamos en que un día el sol volverá a rasgar las nubes.

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