Caminando hacia el sur profundo, un mundo de sorpresas pude
encontrar. Nada que ver con progreso y mucho menos con equidad. La gente me
preguntaba por el presidente. No supe responder y tan poco consolar tan
profunda angustia que en cada rostro pude contemplar. ¿Estaba de vuelta en
Comala? No. Esta es la pura realidad; tan real como muchos lugares que hoy
forman parte de las migajas que nos dejan las secuelas del progreso y
desarrollo. Esta miseria maldita en la que está sumergida gran parte de la
República Dominicana. ¿Quién responde a las desgracias de tantas personas que
aún padecen la pobreza extrema? Ya la FAO habló. Es hambre. Y los políticos
cambian pan por votos. Los votos no se comen;
el pan sí. La gente seguirá votando por sus verdugos cada cuatro años; a la
espera de un redentor que los lleve a la tierra prometida, donde sus penas
cesarán y contemplarán cara a cara al gran libertador.
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