Alzaré el altar del poeta
desconocido
y de los poemas olvidados.
Los que nunca se escribieron
ni se escribirán
porque quedaron ahogados en
una lluvia salada
y se volvieron suspiros,
gemidos evaporados.
También a los poemas caídos
en el desasosiego del amor
héroes, heridos,
sobrevivientes de
batallas del corazón.
También a los poemas cuya
tumba fue un zafacón
porque fueron dirigidos o
encontrados
para quien no estaban
destinados
o para quien no estaba
destinado para ti.
Por todos ellos brindo.
Y enciendo esta flama
inmortal
que arde en el centro de mi
pecho
por los poetas conocidos y
desconocidos
caídos en la guerra del
amor.
Así como se erige un
monumento
al soldado desconocido, así
erijo yo uno
al poeta anónimo
aquel que deambula por las
noches y los días
bajo la luz de la
inspiración.
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