Me duelen tanto tus ojos claros
como me duele la vida.
Atrevida mi dolencia grita
sin saber dónde perderán
el brillo tus pupilas.
Son tus ojos nada extravagantes
como ellos –serenos y amplios-
abundan en las paradas de la ciudad
sólo que…
me duelen tanto tus ojos claros
como me duele el viento en el costado
o pellizco en el alma
porque no hay canto que alegre se levante
ante lo prohibido y la nostalgia
no hay viento que mueva tus párpados
sin traer a ellos mariposas.
Sólo que…
me duelen tanto tus ojos claros
como me duele la vida
como me duele lo imposible.
(Tomado del libro: Las piernas de mi poesía. 1987)
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