Por: Eddy Ulerio
El cansancio del medio día
aprisiona la espontaneidad
y suele reavivar utopías
en lides politiqueras.
El sueño revolucionario
encuentra su paga en la
oferta clientelista de
un reconocimiento tránsfuga.
La coherencia ideológica se hace
añicos en el mercado de las ofertas
de campaña y el dinero termina
siendo el único ideal de lucha.
Viejos esquemas éticos se abandonan
por la seducción de la dirección
de un ministerio, en el posible
gobierno del partido en que se milita.
La lucha por el poder,
ahoga el grito de los marginados,
en el despliegue desmedido de
vallas publicitarias, en promesas
electorales, en mediciones de fuerzas.
Sin principios ideológicos firmes
el celo patriótico se desvanece
y los valores morales del ayer
se convierten en referentes inviables
para la competencia
política de hoy.
Lo que da satisfacción
es el servicio
a la causa común sin
trueques,
sin prostituir nunca los principios
de una coherente
moral práctica.
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