Por: Humberto Rivas
Cuando a mi puerta una mano
anónima golpee sin avisar,
la dejaré pasar sin cuestionar
y sus miserias
junto con las mías
se entrelazarán
en un convite de
mutua compasión.
Sus dolores junto a los míos
se apaciguarán
con el bálsamo
de la fraternidad,
y vibrará la música de la humanidad
en nuestras conciencias
adormecidas.
Sus ojos perdidos
se encontrarán con los míos
distraídos.
No esquivaré la mirada,
lo invitaré a pasar, y en mi
tienda de beduino beberemos
un té de hospitalidad en este
desierto de los corazones.
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