Por: Leonardo Nin
Yo,
ya no busco la insignia del desprecio
donde se exilia la paciencia,
sé dónde el viento esconde el silencio
cuando muere el eco.
Yo,
ya no recojo lisonjas de bondades
del decoro,
sé dónde muere un árbol
cuando la envidia humaniza
al alma.
Yo,
ya no espero lo recíproco
del otro solidario,
aprendí a sentir envidia
cuando el lodo se hizo cuerpo
en mis venas de poeta.
Yo,
ya no me disculpo
ante el ojo acusador de los jueces,
he visto a una montaña
parir imperfecciones,
que hoy cuelgan de mi cuello
como una diadema de carne y hueso.
Yo,
tiempo, materia, medio-tiempo, alma,
cuerpo, hoyo, hoyo profundo,
muerte, laberinto de incógnitas,
vida: existencia perenne
del recuerdo.
Tomado del libro: Espacio pagado. 2018.