lunes, 18 de noviembre de 2024

Alegoría al mito de la caverna

Por: Sandy R. Genao Cruz

Escucho las voces que desde la caverna claman para que continúe el espectáculo de las sombras que les entretienen y que dan por realidad.

Escucho los alaridos de aquellos que decidieron tenderse en el camino a clamar misericordia y no hacer nada más.

Escucho los susurros resignados de los que han aprendido a conformarse con la penumbra, temerosos de la luz que podría cegar sus ojos acostumbrados hace tiempo a la oscuridad, esos que prefieren la comodidad del engaño antes que el riesgo de la verdad.

Veo las manos extendidas de aquellos que, con cada nuevo amanecer, esperan el milagro que nunca llega, y en su espera languidecen, como si la esperanza fuera suficiente.

Los que se han detenido en el camino, incapaces de alzar la vista y comprobar que la salida está más cerca de lo que imaginan, pero que requiere esfuerzo, requiere un paso hacia la vida.

Y al fondo, en la caverna, el espectáculo sigue su rumbo. Las sombras danzan y se deforman sobre la pared, proyectadas por quienes dominan el fuego. Estos pocos que se ocultan tras las llamas, moldeando las ilusiones a su antojo, sabiendo que quienes miran sólo ven lo que han aprendido a ver sus ojos.

Y entre esos murmullos y gritos, resuena una voz diferente, una voz que cuestiona, que interpela, que incomoda, que insiste en que hay algo más allá del eco de esas sombras.

Una voz que llama a despertar, a levantarse del polvo del camino, a volver la espalda a las paredes de las sombras que atrapan, a enfrentar la claridad de la salida, aunque duela, aunque moleste, o aunque nos cueste la vida.

¿Quién se atreverá a salir de la caverna? ¿Quién se atreverá a mirar más allá del teatro de luces y sombras? ¿A buscar la verdad, aunque sea dura, a desafiar la oscuridad encendiendo una luz y presentar la realidad transparente y desnuda?