domingo, 31 de mayo de 2009

Al caer la tarde

Por: Humberto Rivas

Al caer la tarde, cae con ella
mi conciencia en cuenta
de que hoy caminé sin acompañar,
saludé sin mirar,
hablé sin escuchar,
abracé sin tocar,
y en tus ojos, una nube llovió
una lágrima que pisé
con mucha prisa al pasar.

Hoy me vaciló un pie
ante la presencia de un alguien
que en un jardín cualquiera del Edén
descubriera mi desnudez:
ceguera de la razón,
sorderas frías del corazón
ante voces lejanas de náufragos
cercanos.

Hoy huí para ser feliz.
Anduvieron ligeros mis pasos
por etéreos senderos
de indiferencia
para encontrar la paz,
para encontrar la libertad.
Y corrí con frenesí y me perdí
en tierra de nadie queriéndome encontrar

Cuántos buenos intentos
se ahogaron en mi pecho:
frases de amor
que nunca quise cantar
ocasiones perdidas
que ya nunca volverán,
días que pasaron en blanco,
a la eternidad.

No obstante, al caer la tarde,
cae con ella mi conciencia
en cuenta de que nunca es
demasiado tarde
para regresar nuevamente con mi ofrenda
y en la última hora del día
sanarnos mutuamente las heridas,
y en un nuevo intento
vivir una vez más.

martes, 26 de mayo de 2009

Amantes de ocasión

Por: Eddy Ulerio

Llegada la media noche, casi todos dormían en aquella mustia vecindad; excepto ella, que esperaba impaciente la llegada del amante. De cuando en vez, se asomaba a la ventana sin conseguir su objetivo. Afuera, las luces de los focos, la llovizna insistente, el miedo habitual ante lo prohibido, se combinaban para hacer más furtivo el encuentro.

Unas emociones incontrolables recorrían el cuerpo del varonil amante, conforme se acercaba a la casa de ella. Las luchas del corazón y su conciencia, no impidieron que el sabor de lo prohibido calara profundamente en él, al tiempo en que ella abría la puerta de la casa, hecha un manojo de nervios y con el cabello empapado de agua.

Después de algunos minutos de diálogos candentes y una vez roto el hielo, la pasión los envolvió en un abrazo eterno; como si después de aquella noche ya nada volvería a ser igual, para ninguno de los dos. Y así, el amor fundió sus almas en una sola y permitió que sus corazones galoparan al compás de sus jadeos, en un camino sin retorno.

Los prejuicios se quedaron en el suelo, junto a la ropa.

viernes, 22 de mayo de 2009

Fin de semana sin fin

Por: Franklin A. Peralta E.

Busco transferir por cañerías de desilusión
las aguas blancas de mis deseos.
Antiguos días de glorias irrepetibles
han decidido por consenso no repetirse.
Himnos de despedidas triunfantes
son entonados en honor de lo que pudo ser,
y fue.

El olor de la brisa en las carreteras.
El sabor de las guerras interiores.
El corazón amotinado desafiando al corazón.

Me enseñaste a danzar
en la plaza de la fatalidad.
Amparada en la fuerza de tus cabellos
derribaste mis murallas
ungidas de banalidad.

Pronuncia tu sentencia inefable.
Dime por qué sin saberlo
sigo vivo.

Cambiaré el angustioso rojo de este viernes.
Navegaré en las nubes de un sábado sin sentido.
Negaré hasta la saciedad el domingo que viene.

¡Oh, amado lunes!


(Jueves en la noche del 2002)

domingo, 17 de mayo de 2009

Te quiero

Por: Mario Benedetti

Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice, y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.

Tu boca que es tuya y mía,
Tu boca no se equivoca;
te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.

Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Y por tu rostro sincero.
Y tu paso vagabundo.
Y tu llanto por el mundo.
Porque sos pueblo te quiero.

Y porque amor no es aurora,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.

Te quiero en mi paraíso;
es decir, que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso.

Si te quiero es por que sos
mi amor, mi cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.




(COÑO! Muerte pendeja, ¿cómo te atreves?)

viernes, 15 de mayo de 2009

Dile Luna

Por: Jacinto Sención Mateo

Unas lágrimas en sus ojos,
un adiós a la primavera,
muere el día en el horizonte,
y en la soledad sonora,
no esta la inspiración.

Luna que ve y no habla,
que vigila sueños sin dormir,
y en silencio un sufrimiento,
desde que la vi partir.

Luna testigo de noches,
que de pasiones viste florecer,
hoy sólo quedan los recuerdos,
dile luna qué fue del ayer.

Luna amiga de siempre,
que en mi soledad presiente,
un volcán de sentimientos,
que en el tiempo enciende,
un adiós al amanecer.

casi amanece y no llega,
primavera dónde has ido,
que deseos no me quedan,
y la pena ha florecido,
sin enterarla a ella.

Dime Luna si me quedo,
o si me voy sin regreso,
si la espero donde estoy,
si hay amor o desamor.
por favor dile Luna,
como arde el corazón,
desde aquel día que marchó.

domingo, 10 de mayo de 2009

Derecho a ser hombre

Por: Héctor Martínez D.

Notas de un “vía crucis”

I
Hoy he despertado con un nuevo reclamo,
con una nueva esperanza,
con un nuevo canto:
el derecho a ser hombre,
a liberar mis lágrimas fermentadas,
por las posibilidades reprimidas
de sentir con otras
sin atrincherar la vida.

II
Una vez más me reclamo,
el derecho a sentir
a vivir en ternura
a compartir la vida sin desnudar la esperanza,
transitar por los sentidos del placer
sin cosificarme ni prostituir la belleza

III
Quiero sentir que tengo derecho,
derecho a ser hombre
a enternecer mi mirada,
a suavizar mi voz,
frecuentar abrazos

IV
Derecho a redimir ese sentido de firmeza
que confusamente me reclaman
esta necesidad de conciencia
de un ser que vive y en amor se recrea.

V
Necesito que se me dé el derecho a mí mismo
a no perderme en el abismo
de una hombreidad
que me niega la humanidad
y dolorosamente surca mi alma,
mi espíritu y mi corporeidad.

VI
Quiero ser hombre, ya.
Despedir este ser donado
y permanentemente confirmado
en la negación de la propia libertad
de compartir la vida
sin negar a otra su posibilidad.

VII
Libertad de ser padre sin relegación
libertad de amar sin miedo,
de entregarme sin duda
de encontrar en la paternidad
otro de los misterios que sanan mis contingencias.

VIII
Derecho a renacer,
reencontrar mi gen de vida,
de sensatez,
sensibilidad
y sabiduría,
irrumpidas por las imágenes sociales
de ese hombre que para ser
en la negación de sí necesita albergarse.

IX
Sueño contigo mujer,
con tus sueños
con tus anhelos,
que lloran la necesidad de hombres verdaderos.

X
Pero sufro el vacío de mí,
la escisión de lo que soy y para lo que nací,
el dolor de las historias que parieron
este hombre que no quiero,
pero que soy
y que en la búsqueda de ese otro, sigo siendo.

XI
A grito reclamo a mi género
que no me reclame que le avergüenzo
pues sólo quiero sentir que no sólo sueño,
que esta sed es de posibilidad,
de realidad que día a día estamos construyendo;
que estos anhelos no son por pendejo,
que puedo ser hombre,
que puedo sentir que estoy viviendo.

XII
Hoy te pido también a ti mujer
que me permitas ser
eso que ambos necesitamos reconstruir,
ese hombre que relegó el amor y el sentir en ti
y que en tus deseos domesticados
a veces extrañas y añoras.

XIII
Reconóceme tú también ese derecho,
sin hacerme sólo victimario
Pues también siento en mis texturas personales
la subyugación de mis ánimos
cada vez que me busco,
y que de ese hombre viejo quiero sanarme.

XIV
Hoy quiero reconocerme el derecho,
el poder y la capacidad
de sumar esfuerzo,
y de abrirme a nuevas experiencias
que trastoquen estos viejos sentidos de virilidad.

martes, 5 de mayo de 2009

Estaciones del alma sombría

Por: Jean Suriel

I

Llueven hojas en el firmamento,
es otoño en las mañanas idas,
es otoño en la mirada fija,
es otoño ya, es otoño adentro

en el alma rota, en las entrañas,
en las grietas hondas y profundas,
en carne viva, en la piel oriunda
del otoño seco y sin montañas.


Son las hojas que acaricia el viento
las que tiñen gris esta armadura,
las que tiñen de oscuro amargura
las palabras y los sentimientos.

Caen hojas. El otoño frío
avanza lento por cada herida,
se detiene ágil en cada vida.
Duele otoño, duele, duele. Hastío…


II

Álgido el invierno se levanta
en el cielo lánguido nocturno,
¡oscura chimenea, aliento oscuro!,
entre nieblas y humaredas blancas.

Gélido aire de la madrugada.
Aúlla el féretro de la muerte.
Suena el silbo cada vez más fuerte.
Anuncia el frío de la alborada.

Titilan débiles, a lo lejos,
las luciérnagas, luces cimbradas,
faros inquietos. La luz se apaga.
Se curva la noche en un espejo.

Sólo el hielo de la nada cruje,
sólo el témpano del alma sola,
que parece escapar en una ola
de frío. Dolor helado. Sufre.